INTRODUCCIÓN
En las ciencias morfológicas los epónimos, en su mayoría, han sido acuñados en honor a su descubridor. Estos a menudo no tienen base descriptiva y, por tanto, no pueden asociarse, generando finalmente la simple memorización de esta estructura (Duque et al., 2002). Intentando dar resultado a esta problemática, la Federación Internacional de Asociaciones de Anatomistas (IFAA) estableció una serie de indicaciones con el propósito de regular las denominaciones de estructuras en morfología y así facilitar un lenguaje universal (Roa et al., 2016; Montemayor et al., 2016). En el campo de la Histología, este esfuerzo comenzó en el año 1965, cuando el profesor Eliseev fue elegido representante del subcomité de Histología del VIII Congreso Internacional de Anatomía. Se propuso estructurar los términos utilizados en el área, generando así la primera Nomina Histologica, la cual se publicó en el año 1977. En los años 1983 y 1989 se publicaron la segunda y tercera ediciones. Luego, con la creación del Comité Federativo Internacional en Terminología Anatómica (FIPAT), en el 2008 se crea la primera edición de la Terminologia Histologica (TH), abarcando la Citología, Histología General e Histología Especial (Vásquez & del Sol, 2014).
La FIPAT sugiere el latín como idioma base para todas las terminologías, aunque gran parte de los términos derivan del griego (Rodríguez, 2003). Si bien esta norma busca la uniformidad, no considera un punto importante: tanto en Europa como en América, la mayoría de los estudiantes universitarios no tienen los conocimientos mínimos de griego y de latín; por tanto, los pre como post graduandos se encuentran poco familiarizados con la raíz griega o latina de los términos, hecho que además de dificultar el aprendizaje, en el futuro contribuirá a la problemática de la denominación de estructuras nuevas (Duque et al.).
La mayoría de los términos griegos y latinos fueron acuñados hace más de 2000 años, y en anatomía muchos de estos hacen referencia a plantas o animales. Por ejemplo, el término cóclea hace referencia a la concha de varias especies de moluscos, o músculo que semánticamente significa ratón pequeño (Diccionario Médico Universidad de Salamanca, 2018). En este último, los griegos observaron una semejanza entre el músculo bíceps y un ratón, en donde el vientre del músculo sería el cuerpo del ratón y el tendón su cola (Galbiati, 2014). Específicamente, el músculo es el tejido más abundante en el cuerpo humano y su función principal es la de generar movimiento. Por tanto, participa en funciones como: la respiración, la contracción cardiaca y el tránsito del bolo alimenticio, entre otras (Wang et al., 2012). Sin embargo, en sus inicios el término músculo (TM) estaba asociado solo al tejido que se insertaba al esqueleto a través de sus tendones (Micheli-Pellegrini, 2011). Años más tarde, se planteó la existencia de músculos distintos al esquelético. Posteriormente, con la invención del microscopio, se visualizó la micro-estructura del músculo (Caputo, 2011), situación que además de generar un avance en la comprensión de este tejido, también contribuiría a la designación de términos más específicos en relación a sus distintos tipos.
Lamentablemente, esta evolución se ha desarrollado de manera independiente a la TH o han tenido escasos puntos de encuentro. Esto se evidencia al analizar el TM en la TH, aquí se contradicen algunas de las sugerencias propuestas por la FIPAT: el idioma en que se encuentra, número de palabras utilizadas o si las palabras que la componen efectivamente describen la forma de su estructura. En este contexto, el objetivo de esta investigación fue analizar en la TH el TM y su contexto histórico para proponer cambios consistentes con los lineamientos de la FIPAT.
MATERIAL Y MÉTODO
El TM se identificó en «Terminologia Histologica: International terms for human cytology and histology», donde se analizó la conformación del término y los subordinados de este (FIPAT, 2008). Para dar el contexto semántico y gramatical del TM y sus subordinados, se utilizó el Diccionario Médico-Biológico, Histórico y Etimológico de la Universidad de Salamanca (2014). Posteriormente, en el mismo sitio se buscó documentación histórica en relación al uso del TM. De manera complementaria, se efectuó una búsqueda bibliográfica, no sistemática, de libros y artículos científicos en las bases de datos MEDLINE y SciELO, donde las palabras utilizadas fueron: músculo, historia del término músculo, músculo cardíaco, músculo esquelético, músculo liso y músculo estriado. El resultado de esto se registró en una tabla según año de publicación, nombre del autor, referencia de la obra y descripción del TM. Para la construcción de la tabla se consideró como autor al investigador que realizó la definición.
RESULTADOS
En TH, el TM se encuentra dentro del capítulo Histologia generalis (Histología general), el cual se subdivide en Cellulae precursoriae (Células precursoras), Textus epitelialis (Tejido epitelial), Textus connectivi atque sustinentes (Tejido conectivo y de sostén), Structurae haematolymphoideae (Complejo hematolinfoide), Textus muscularis (Tejido muscular) y Textus nervosus (Tejido nervioso). En el ítem Tejido muscular, en primera instancia se muestran estructuras celulares y subcelulares (Myocytus), para posteriormente subdivirse en dos tipos de tejidos: H2.00.05.1.00001 Textus muscularis levis; Textus muscularis nonstriatus (Tejido muscular liso) y H2.00.05.2.00001 Textus muscularis striatus (Tejido muscular estriado). Este último se subdivide en H2.00.01.0.00009 Cellula myogenica precursoria (Célula miogénica precursora), H2.00.05.2.00002 Textus muscularis striatus skeletalis (Tejido muscular estriado esquelético), H2.00.05.2.00003 Textus muscularis striatus visceralis (Tejido muscular estriado visceral) (Tabla I).
En el caso del término Tejido muscular estriado, la TH realiza una aclaración, señalando que esta clasificación reconoce la presencia de tejido muscular estriado visceral no cardiaco, como en el músculo estriado esofágico, anal externo y en esfínteres uretral. En Tejido muscular estriado no cardiaco, explica que este término incluye al Tejido muscular estriado visceral y músculo estriado esquelético.
El análisis etiológico indica que músculo es una palabra grecolatina compuesta del griego “mu-s” [µυς] cuyo significado es “ratón” y “culus” del latín, que corresponde a “pequeño”. Los términos provenientes del griego corresponden a: “Esquelético”, conformado por “esqueleto” [σκελετó] que significa “desecado” e “ico” [ικο] “relativo a”; “Cardiaco”, compuesto de “cardia” [καρδια] “corazón” y “aco” [ακο] “relativo a”; y “Liso”, donde “liso-a” [λις] significa “sin arrugas o asperezas”. Los términos provenientes del latín corresponden a: “Estriado”, el cual viene de “stria” que significa “surco, raya, ranura o acanaladura”; y “Vísceras” de “uiscer(a)” que hace referencia a los órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano (Tabla II).
Desde el punto de vista histórico, en la Tabla III se pueden observar los cambios que ha tenido el TM a lo largo del tiempo. En la antigua Grecia Erasístrato fue el primer científico en describir al tejido muscular como contráctil, acción capaz de originar movimiento. Posterior a esta definición, Claudius Galenus lo caracterizó como el conjunto conformado por dos tendones y un relleno de carne, el cual podía generar fuerza en dirección de sus fibras. Ya en el Renacimiento, científicos como Andreas Vesalius, Bernardino Montana y Realdu Columbi agregaron a la definición existente, vale decir el conjunto de tendones y fibras musculares, incluyeron nervios, venas y arterias. En el siglo XVII, Giovanni Borelli y Manuel de Porras dividieron al músculo en tercios: una parte inicial o cabeza, una parte media o vientre y una parte final o cola. Finalmente, en el siglo XIX Henry Grey, Testut señalaron que el músculo al contraer sus fibras es capaz de producir dos tipos de movimiento: voluntario e involuntario, conformando la definición actual.
DISCUSIÓN
El objetivo de esta investigación fue analizar en la TH el TM y su contexto histórico para proponer cambios consistentes con los lineamientos de la FIPAT. Para esto, los resultados encontrados se discutirán en relación a las sugerencias realizadas por este Comité, las cuales señalan: i) todas las estructuras morfológicas adyacentes se denominen con una sola palabra; ii) El lenguaje empleado sea el latín; iii) Se describa el elemento de la forma más fiel a los principios de su geometría y forma; iv) Se eliminen las eponimias; v) El término sea congruente, es decir, se permiten derivados y por tanto, se acepta la palabra primitiva que dio origen a aquellos derivados (FIPAT). De este modo, la propuesta a realizar cumplirá con los estándares establecidos, además de considerar la congruencia del término en el tiempo.
Si bien una de las recomendaciones de la FIPAT es que el idioma oficial a utilizar en laterminología sea el latín, TH cuentan con una serie de palabras que tienen su origen en el griego o son una latinización de las mismas. Esta problemática se hace evidente al analizar el TM y las palabras que lo componen. Respecto los encabezamientos principales, tejido muscular liso (textus muscularis levis: textus muscularis nonstriatus) y tejido muscular estriado (textus muscularis striatus), encontraremos que este se complementa con los vocablos liso, del griego λις [λις: superficie que no presenta asperezas, realces o arrugas] y estriado, del latín stria [stria: surco, raya, ranura o acanaladura]. A su vez, de este último término aparecen dos conceptualizaciones secundarias que se complementan con palabras de origen distinto: esquelético, del griego σκελετικο [σκελετο: desecado + ικο: relativo a] y visceral, del latín uiscer (a) [uisera: cada uno de los órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano]. Por último, el término tejido muscular estriado visceral se subdivide en torno al vocablo cardíaco, el cual tiene su origen en el griego καρδιακο [καρδια: corazón + ακο: relativo a] (Tabla II). La etimología indica que las palabras liso, esquelético y cardíaco son una latinización de vocablos con origen en el griego. Situación particular es la que ocurre con los términos liso y esquelético, en el caso del primero si bien su origen es en el griego, su equivalencia en latín es levis por tanto, es aceptable y cumpliría con la norma de la FIPAT. Sin embargo, esquelético viene del griego y además si nos ceñimos en su etimología no entrega información relevante para la comprensión de la estructura, aquí una opción sería utilizar la palabra latina osseus [os: hueso + eus: relativo a] que significa relativo a lo óseo, definición mucho más descriptiva y aplicada que la del término esquelético.
Una de las tantas teorías existentes y que explicaría esta combinación de palabras se remonta al antiguo Imperio Romano. En esta etapa los romanos tomaron como presos de guerra a estudiosos griegos, esto trajo consigo una helenización del mundo romano, apropiándose de la estética, costumbres y conocimientos de Grecia. En este tránsito también se adquirieron parte de sus conceptos y otros se latinizaron (Rodríguez, 2003). Además de esto, el griego y el latín, y por tanto todas sus palabras latinizadas, fueron proclamadas por los romanos como las lenguas oficiales del Imperio. Sin embargo, fue solamente el latín el que se mantuvo durante las Edades Media, Moderna y Contemporánea, y fue adoptado por los científicos para la transmisión de conocimientos en las universidades de Europa (García, 2010). Así, sin ser uno de sus objetivos, el latín generó una comunicación entre los conocimientos del pasado y el presente de la terminología (Musil et al., 2015). Complementariamente a lo mencionado, las lenguas griega y latina, otorgan la posibilidad de crear palabras nuevas y por tanto satisfacer las demandas actuales de los términos científicos, esto quiere decir, ser explícitos, exactos, comprensibles y aceptables a nivel internacional (Duque et al., 2002).
Por otra parte, la TH sugiere una sola palabra o el menor número de las mismas para nombrar a toda estructura, esto facilitaría la comprensión y fijación de las estructuras, evitando la memorización y utilización de sinónimos (Vásquez & del Sol, 2014). Pese a esto, es posible encontrar estructuras con dos o más palabras o inclusive sinonimias en las subordinadas de un mismo término. Específicamente, en una de las subordinadas de tejido muscular estriado visceral, encontramos tejido muscular estriado visceral no cardíaco. Aquí, el concepto estriado visceral no cardíaco sería una redundancia que no aportaría a la comprensión del mismo, debido a que ya se encuentra en la supraordenada. A esto, se suma que etimológicamente este vocablo expresa ubicación y no forma. Por tanto, si apelamos a la sugerencia que indica la utilización del menor número de palabras por estructuras, se abriría un espacio para discutir posibles modificaciones al respecto.
El término debe describir lo más fielmente posible la geometría y forma de la estructura, la TH propone como dos grandes divisiones del TM, tejido muscular estriado (textus muscularis striatus) y tejido muscular liso (textus muscularis levis: textus muscularis nonstriatus). Esto coincide con lo descrito por Junqueira & Carneiro (2015) y Ross & Pawlina (2015), quienes dividen al tejido muscular en dos tipos; estriado y liso. Al mismo tiempo, al primero lo subdividen en esquelético, el cual se fija a los huesos, y cardíaco que conforma las paredes del corazón (Junqueira & Carneiro; Ross & Pawlina). Por otra parte, el segundo se encontraría en el sistema vascular y en vísceras mayormente. Esta división se sustentan en su forma, en el caso del músculo estriado. Sus estriaciones se producen por la disposición citoplasmática de los miofilamentos delgados y gruesos. Por otro lado, en el músculo liso no se observan estriaciones transversales debido a que los miofilamentos tienen menos miosina y tampoco logran el orden del músculo estriado (Junqueira & Carneiro; Ross & Pawlina). Por tanto, ambos términos cumplirían con entregar información con respecto a la forma de la estructura a la cual se asocian. Por el contrario, las subordinadas que nacen desde tejido muscular estriado, vale decir, tejido muscular estriado esquelético (textus muscularis striatus skeletalis) y tejido muscular estriado visceral (textus muscularis striatus visceralis), y a su vez sus divisiones, músculo estriado cardíaco (textus muscularis striatus cardiacus) y músculo estriado visceral no cardíaco (textus muscularis striatus visceralis non cardiacus), escapan de esta norma debido a que los vocablos esquelético: relativo a lo desecado; visceral: órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano; y cardíaco: relativo al corazón, expresan relación y/o ubicación del músculo estriado y no su forma. Esto es concordante con lo planteado por Ross & Pawlina, que dependiendo de la localización del músculo estriado lo dividen en esquelético, cardíaco o visceral. Así los términos principales, tejido muscular liso y tejido muscular estriado, cumplirían con la norma, no así sus subordinadas, que expresan localización.
Sobre la eliminación de eponimias y consideración de la palabra que dio origen a derivados, al analizar la clasificación propuesta por la TH no se visualiza la presencia de epónimos. En tal escenario, y en relación al objetivo planteado en esta revisión, es necesario examinar los resultados de la búsqueda histórica con el propósito de determinar la congruencia del término y los derivados del mismo. En sus inicios el TM fue asociado al movimiento, según Erasístrato (304-250 a.C.) los músculos eran responsables de este hecho, para esto la neuma llamada “espíritu animal” ubicada en el cerebro a través de los nervios, le indicaba a los músculos contraerse para generar alguna acción determinada (Derenne et al., 1995; De Vitto, 2001). Posteriormente, Galenus (129-216 d.C.) describió al músculo como: “la principal fuente de movimiento, está formado por dos tendones y un centro de carne que amortigua los golpes y cambios de temperatura” (De Vitto, 2001). Hacía especial énfasis en el tendón: un haz de fibras mixtas, que provenía del nervio y los ligamentos, estructuras que le proporcionaban sensibilidad y resistencia mecánica, respectivamente. También pensaba que era el motor del movimiento y que el vientre carnoso sólo tenía funciones complementarias. En 1543 Andreas Vesalius específica, en De humani corporis fabrica, que el músculo está conformado por las mismas estructuras descritas por Galenus. Sin embargo, destaca que la carne no era solo una cubierta de las fibras ligamentosas o nerviosas, sino que le dan volumen al músculo permitiéndole acercar sus inserciones, y por lo tanto contraerse, a diferencia de lo planteado por Galenus, que solo le otorgaba una función protectora. Años después Giovanni Borelli (1608-1679), en su libro De Motu Animalium, uno de los primeros textos en describir el movimiento de los animales, analizó el funcionamiento de los músculos incluyendo la matemática y la física. Le asignó funciones distintas a nervios y músculos: los nervios transmitían información desde el cerebro a los músculos, los cuales, por medio de una “fermentación o ebullición” de un material químico propio de este tejido, aumentaba de volumen generando movimiento. Solo un par de años después, la invención del microscopio permitió describir con mayor detalle la microestructura del músculo. Von Leewenhoeck en 1682, interpretó que las estrías observadas a través de este instrumento, eran filamentos alrededor de las fibras musculares y que dentro de estas fibras musculares, existían paquetes de miofibrillas.
En 1664, Niels Stensen publicó su trabajo sobre glándulas y músculos (De musculis et al. glandulis observationum). Realizó observaciones que permitieron avanzar en la comprensión del músculo: los distinguió en rojos o blancos, confirmó que la fibra muscular estaba compuesta de fibrillas unidas entre sí de manera longitudinal y demostró que la contracción muscular la realizaban las fibras musculares no los tendones. Por otra parte, en sus estudios del corazón, afirmó, que sólo bombeaba la sangre y no la producía. De esto, Stensen dijo "El corazón no puede ser una sustancia especial, no es el asiento del calor innato, del alma y no puede producir su propio fluido, la sangre". También dijo que no existían diferencias entre el músculo cardíaco y los que encontramos en el cuerpo, "En cuanto a la sustancia del corazón, creo que puedo probar que no existe nada en el corazón que no se encuentre también en un músculo”, y creía que sus movimientos eran automáticos e independiente de la voluntad (Shane Tubbs et al., 2012). En paralelo, Giorgio Baglivi, realizó descripciones clínicas de la fisiología e histología del músculo a través de un microscopio compuesto, distinguió dos tipos de fibras: la motrix (músculos, tendones, huesos) y la membranacea (músculo liso, vísceras). En sus estudios del corazón, concluyó que este se contraía espontáneamente y que las fibras que lo conformaban se encontraban en otros órganos vitales (Bruce, 2002). Estos avances permitieron abrir nuevos espacios de investigación, en cuanto a que reconocen que el corazón está formado por músculo, el cual tendría una contracción autónoma y además sería distinto al encontrado en el resto del cuerpo. Schwann (1839) y Bowman (1840) confirmaron los hallazgos de von Leewenhoeck y también los complementaron al determinar que las estrías observadas en la fibra muscular de igual manera se encontraban en las miofibrillas (Caputo, 2011).
Años más tarde, Grey (1858) contribuyó a delimitar la diferencia entre el músculo voluntario o de la vida animal y su relación con el movimiento del cuerpo, y el músculo involuntario o de la vida orgánica, ubicado en órganos como el corazón, esófago y estructuras internas del cuerpo humano. Bajo la misma teorización, Testut describió de manera acabada los músculos de la vida animal, destacando su forma estriada y los músculos de la vida vegetativa con su funcionamiento independiente de la voluntad y ausencia de estrías. En la actualidad autores como Ross & Pawlina afirman que todos los músculos están conformados por las proteínas contráctiles actina y miosina. Además, tanto el músculo esquelético como el cardíaco cuentan con estriaciones cruzadas por la organización específica de los miofilamentos, situación que no se observada en el músculo liso donde estas son inexistentes.
CONCLUSIONES Y PROPUESTA
Los principales hallazgos indican que; i) las palabras liso, esquelético y cardíaco tiene su origen en el griego y fueron latinizadas, sin embargo, liso tiene su equivalente en latín que es levis, en el caso del término esquelético proponemos reemplazarlo por osseus, que significa relativo al hueso, ya que es una palabra latina y entrega mayor información para la comprensión de la estructura; ii) el término estriado visceral no cardíaco sería una redundancia; iii) los vocablos visceral y cardíaco expresan relación y/o ubicación del músculo estriado y no forma. Pese a esto, el análisis histórico indica que estos conceptos fueron interiorizados desde el siglo XV y XVI aproximadamente, por lo que sugerir su cambio o eliminación es complejo debido a la cantidad de años que han sido utilizados. En este contexto, sería prudente analizar la posibilidad de ir solamente sobre las redundancias, así el término tejido muscular estriado quedaría con tres subordinadas; tejido muscular estriado óseo, tejido muscular estriado visceral y tejido muscular estriado cardiaco (Tabla IV).