Señor Editor,
A nivel mundial, el envejecimiento de la población es considerado uno de los mayores desafíos sanitarios y sociales del siglo XXI, y Chile no es la excepción1,2; puesto que proyecciones de envejecimiento de la población sitúan al país en el primer lugar del ranking latinoamericano, estimándose que nuestra población octogenaria se cuadruplicará para el 2100, aumentando de 0,5 millones a 2,03 millones3. Junto a este incremento en personas mayores, se observará un aumento paralelo en el número de enfermedades crónicas no transmisibles, en especial aquellas que ocurren en un período más tardío del curso de vida, entre ellas las demencias1,2.
En la actualidad, más de 50 millones de personas viven con demencia en el mundo, sin embargo, se estima que esta cifra se triplicará alcanzando los 152 millones de personas para el año 20501. Este aumento tendrá un drástico impacto para las personas que la experimentarán, sus familias y el presupuesto sanitario de cada país, ya que el costo actual asociado a demencia es de 1 trillón de dólares a nivel mundial1. Si bien hoy en día no disponemos de un tratamiento definitivo para la demencia, la identificación de factores de riesgo modificables asociados a esta enfermedad podrían ofrecer una oportunidad de reducir el incremento en los casos o retardar su aparición, reduciendo así el costo personal, social y económico asociado a esta patología.
El rol que juegan los factores de riesgo modificables en el desarrollo de la demencia fue descrito recientemente en el último reporte de expertos en demencia publicado por la revista Lancet, que agregó tres nuevos factores de riesgo a los nueve previamente descritos: alcoholismo, contaminación ambiental y traumatismos de cráneo1. En el artículo se reportó que cerca del 40% de los casos de demencia a nivel mundial son atribuidos a 12 factores de riesgo modificables, los cuales juegan un rol esencial a través de las distintas etapas del ciclo de vida (Figura 1A y 1B). Entre los factores de riesgo en la etapa temprana del curso de vida (< 45 años) se encuentra la educación, donde bajos niveles de escolaridad podrían aumentar el riesgo de demencia en 60%. Sin embargo, si se logra incrementar los niveles de escolaridad de la población, 7,1% de los casos de demencia podrían ser prevenidos. Otros factores de riesgo para demencia que juegan un rol primordial en la etapa media del ciclo de vida, es decir entre los 45 a 65 años, son la pérdida de capacidad auditiva, traumatismos craneoencefálicos, hipertensión, consumo excesivo de alcohol y obesidad (IMC ≥ 30,0 kg/m2) (Figura 1A). Si estos cinco factores de riesgo fueran eliminados, el 15% de los casos de demencia se podrían prevenir. En cuanto a la etapa más avanzada del curso de vida (> 65 años), seis factores de riesgo fueron identificados, entre ellos el tabaquismo, depresión, aislamiento social, inactividad física, diabetes y contaminación del aire (contaminación ambiental, exposición al humo del tabaco y de combustión) (Figura 1A y 1B). El 17,6% de los casos de demencia podrían prevenirse, si estos factores de riesgo fueran eliminados.
Si consideramos el escenario nacional, donde la prevalencia de estos factores de riesgo para demencia es alta, y presenta niveles importantes de desigualdad de género, socioeconómicas y lugar de residencia, este reporte orienta en la necesidad de planificar estrategias que permitan reducir la prevalencia y desigualdad de estos factores de riesgo en la población4. Resultados de la última Encuesta Nacional de Salud señalan que 86,6% de los chilenos es físicamente inactivo en su tiempo libre, 34,4% presenta obesidad, 33,3% fuma, 15,5% está expuesto al humo de tabaco en el hogar, 11,7% consume niveles de alcohol considerados riesgosos, 27,6% tiene hipertensión, el 12,3% presenta diabetes y 23,7% exhibe niveles bajos de escolaridad (menos de 8 años) (Figura 1E)4. Lo anterior resulta preocupante, si consideramos que además de la alta prevalencia de factores de riesgo para demencia, Chile experimentará uno de los mayores cambios demográficos asociados al envejecimiento de la población en la región latinoamericana3; estimándose que la población mayor a 80 años se cuadruplicará para el año 2100 (Figura 1C)3. Este aumento de la población mayor y octogenaria en Chile irá de la mano con un incremento en el número de casos de deterioro cognitivo, demencia y patologías neurodegenerativas (Figura 1D)2,5. Actualmente la prevalencia de demencia en personas mayores a 60 años en Chile es de 7%, siendo mayor en mujeres que en hombres (7,7% vs 5,9%)5; sin embargo, dicha prevalencia aumenta a 32,6% para la población mayor a 85 años5.
En cuanto a las proyecciones asociadas al número de casos de demencia tampoco son alentadoras; en comparación al 2010, año en que había 155 mil casos de demencia en Chile, este número se triplicará alcanzando los 533 mil casos a nivel nacional para el año 2050 (Figura 1D)5. Especial atención debemos instalar en la alta polución ambiental, que además de todos sus efectos cardiovasculares y respiratorios, agrega evidencia como riesgo de demencia.
Considerando los resultados del reporte de expertos de Lancet sobre los factores de riesgo de demencia, junto al actual y futuro escenario de Chile, es esencial diseñar e implementar estrategias a mediano y largo plazo que permitan modificar, en las distintas etapas del ciclo de vida, estos factores de riesgo y condiciones altamente prevalentes en la población chilena y así poder prevenir o reducir los casos de demencia estimados en la población chilena en los próximos 30 años.