Published

2016-01-01

Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia

DOI:

https://doi.org/10.15446/rcp.v25n1.49970

Keywords:

barrio popular, jóvenes, identidad, productividad cultural (es)

Authors

  • James Cuenca Universidad Icesi, Cali

Este escrito analiza la situación en la que viven los jóvenes de los barrios populares al estar enfrentados a un fuerte estigma social que los reduce a delincuentes, drogadictos y violentos. Retomando la categoría de barrio popular, se critica esta posición y, a cambio, se propone una interpretación en la que se destaca la productividad cultural que tienen los jóvenes que viven en estos barrios. Se toma como caso a los raperos que viven en la ciudad de Cali, Colombia. Así, en el documento se puede constatar que, con el rap y el hip hop, los jóvenes afirman positivamente sus identidades y sus orígenes sociales como habitantes del barrio popular.

Doi: 10.15446/rcp.v25n1.49970

Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia

Youth Who Live in Popular Neighborhoods Produce More Culture than Violence

Os Jovens que Moram em Bairros Populares Produzem mais Cultura do que Violência

JAMES CUENCA
Pontificia Universidad Javeriana, Cali, Colombia

Excepto que se establezca de otra forma, el contenido de esta revista cuenta con una licencia Creative Commons "reconocimiento, no comercial y sin obras derivadas" Colombia 2.5, que puede consultarse en: http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/co

Cómo citar este artículo: Cuenca, J. (2016). Los jóvenes que viven en barrios populares producen más cultura que violencia. Revista Colombiana de Psicología, 25(1), 141-154. doi: 10.15446/rcp.v25n1.49970

La correspondencia relacionada con este artículo debe dirigirse al Dr. James Cuenca, e-mail: jcuenca@javerianacali.edu.co. Departamento de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana, Calle 18 # 118-250, Cali, Colombia.

ARTÍCULO DE REFLEXIÓN
RECIBIDO: 11 DE MARZO DEL 2015 - ACEPTADO: 11 DE NOVIEMBRE DEL 2015


Resumen

Este escrito analiza la situación en la que viven los jóvenes de los barrios populares al estar enfrentados a un fuerte estigma social que los reduce a delincuentes, drogadictos y violentos. Retomando la categoría de barrio popular, se critica esta posición y, a cambio, se propone una interpretación en la que se destaca la productividad cultural que tienen los jóvenes que viven en estos barrios. Se toma como caso a los raperos que viven en la ciudad de Cali, Colombia. Así, en el documento se puede constatar que, con el rap y el hip hop, los jóvenes afirman positivamente sus identidades y sus orígenes sociales como habitantes del barrio popular.

Palabras clave: barrio popular, jóvenes, identidad, productividad cultural.


Abstract

This paper analyzes the situation of young people from popular neighborhoods when they have to face a strong social stigma, which depicts them as delinquents, drug addicts, and violent subjects. Delving into the conceptual category of popular neighborhood, this position is criticized and, instead, it is proposed an interpretation in which the cultural productivity of the young people who live in these neighborhoods is highlighted. The case of the rappers who live in the city of Cali, Colombia, can be mentioned. As such, in the document one can note that, through rap and hip hop, the young positively affirm their identities and their social origins as inhabitants of a popular neighborhood.

Keywords: popular neighborhood, young people, identity, cultural productivity.


Resumo

Este texto analisa a situação na qual vivem os jovens dos bairros populares ao enfrentarem um forte estigma social que os reduz a delinquentes, drogados e violentos. Retomando a categoria de bairro popular, critica-se essa posição e, em contrapartida, propõe-se uma interpretação em que se destaca a produtividade cultural que os jovens que moram nesses bairros têm. Toma-se como caso os rappers que moram na cidade de Cali (Colômbia). Assim, neste documento, pode-se constatar que, com o rap e o hip-hop, os jovens afirmam positivamente suas identidades e suas origens sociais como habitantes do bairro popular.

Palavras-chave: bairro popular, jovens, identidade, produtividade cultural.


La participación de jóvenes en diferentes hechos de violencia, principalmente asociados a pandillas o bandas delincuenciales, es una de las circunstancias que hizo visible a este grupo poblacional para el resto de la sociedad colombiana y para los investigadores sociales a partir de la década de 1980. En esta década, Colombia se vio estremecida por el asesinato de líderes sindicales, candidatos presidenciales, líderes políticos de partidos de izquierda en los que los asesinos eran jóvenes que apenas tenían 15, 16 o 17 años.

En la prensa escrita o en los noticieros de televisión se empezaron a leer y a escuchar dramáticos relatos de jóvenes que habían hecho de la violencia un oficio por el que recibían sumas de dinero nunca antes vistas en su corta vida. Igualmente, a finales de esa década y a lo largo de la siguiente, se conocieron varias publicaciones que eran resultado de trabajos realizados por diferentes investigadores provenientes de las ciencias sociales con el eje jóvenes-violencia como tema central (Atehortúa, 1992; Bedoya & Jaramillo, 1991; Camacho & Guzmán, 1990; Pérez & Mejía, 1996; Salazar, 1990; Vanegas, 1998).

Estos trabajos empezaron a mostrar el rostro social y el perfil humano de estos nuevos actores sociales. Así, la vinculación a organizaciones criminales asociadas al narcotráfico o a la delincuencia común, hacía parte del modus operandi de estos nuevos actores sociales. Otro dato que sobresalía en la biografía de cada uno de ellos eran sus orígenes sociales, asociados a familias que vivían en los barrios más pobres de las principales ciudades del país, llegados del campo por razones asociadas a la violencia paramilitar, al conflicto armado Estado-guerrilla, o buscando mejores condiciones de vida.

Aunque estos jóvenes vivían en estos barrios desde tiempo atrás, era la primera vez que importantes sectores de la sociedad, instituciones del gobierno, líderes políticos y académicos, se percataban de su presencia. Sin embargo, esta visibilización que se hizo de los jóvenes en relación con la violencia tuvo consecuencias negativas que afectaron, por un lado, la manera cómo van a ser intervenidos, principalmente desde las instituciones del gobierno municipal. De otro lado, y esta es la segunda consecuencia en la que me detendré más adelante, esta visión no posibilitó comprender que los jóvenes que viven en barrios populares tienen otras expresiones que no pasan por la violencia. En otras palabras, este reconocimiento de los jóvenes centrado en la violencia no permitió, y creo que esto sigue siendo cierto, conocer a este actor social.

Respecto a la manera como el Estado va a intervenir la problemática de los jóvenes, hay que señalar que se favorecieron medidas de orden policivo en las que aquellos fueron asumidos como delincuentes. El aumento de la fuerza pública, en algunos casos con presencia del ejército; o medidas de control, que buscaron limitar la movilidad de los jóvenes en sus barrios, como el toque de queda a determinadas horas y días de la semana, han sido las que regularmente implementan las instancias gubernamentales.

En el presente trabajo me detendré a abordar lo que se está dejando de lado cuando se asume que el asunto de los jóvenes que viven en barrios populares se reduce a su relación con hechos de violencia. Igualmente, abordaré algunas de las implicaciones que esto puede tener si se considera una intervención social con esta población.

Esta reflexión tiene como soporte empírico algunas investigaciones que he realizado con jóvenes que viven en barrios populares1. Estos trabajos, desarrollados desde una perspectiva etnográfica, que permitieron el acompañamiento de los jóvenes en sus actividades cotidianas y la conversación con ellos a partir de entrevistas in dividuales y grupales, son un importante insumo para desarrollar las ideas que aquí propongo. También es necesario aclarar que este documento no es un informe de investigación. Su carácter reflexivo lo defino como un ejercicio de pensar algunas inquietudes surgidas en la investigación con jóvenes que viven en barrios populares.

El Barrio Popular como Espacio-

Tiempo de la Vida de los Jóvenes

La diferenciación socioeconómica que se hace de los barrios para dividirlos en barrios residenciales (en los que viven familias de estratos medios y altos) y barrios populares (habitado por familias de estratos bajos) está presente de manera muy fuerte en el imaginario social que se tiene en la ciudad (Muñoz, 1999). En las entrevistas realizadas en el marco de mis investigaciones eso es dicho por los mismos jóvenes, principalmente cuando comentan la forma como son percibidos por las personas que no viven en estos barrios o, cuando presentan sus hojas de vida para un trabajo y los descartan por el barrio donde viven (Arquidiócesis de Cali, 2014). Una de las consecuencias que ha tenido la visibilización de los jóvenes a partir de su participación en hechos de violencia, es la estigmatización que se produjo de los barrios populares y de los jóvenes que viven en ellos (Katzman, 2001; Puex, 2003; Roberts, 2004).

Pero, ¿son los hechos de violencia lo único que define el diario vivir en los barrios populares? ¿Qué otras dinámicas sociales y culturales hacen presencia en estos barrios? ¿Qué función psicosocial cumple el barrio popular en las identidades de los jóvenes que ahí habitan? En lo que sigue en este y el siguiente apartado, espero dar respuesta a estas preguntas.

El barrio es una categoría social abordada por las ciencias sociales, desde diferentes perspectivas. Una de ellas, que es la que quiero retomar aquí, es la que llama la atención sobre el tipo de experiencias y vivencias que tiene el barrio en quienes lo habitan (De Certeau, Giard, & Mayol, 2006). Así, Mayol (2006) hace una bella presentación del barrio de la Croix-Rousse, en Paris, a partir de los recuerdos de algunos de sus habitantes. Gravano (2003) también hace una semblanza del barrio en Buenos Aires, llamando la atención en su relación con el fútbol y la política. Una parte importante que tienen estas semblanzas es que muestran los fuertes vínculos emocionales y afectivos de los habitantes con su barrio. Los recuerdos hacen referencia a la tienda, al café, al bar o a la esquina del barrio, pero también a los amigos con quienes se compartió y se vivieron distintos momentos que definieron la vida en el barrio.

Sin embargo, la vivencia del barrio no solo se transmuta en recuerdos: lo que también llama la atención es el impacto que tiene en las identidades de sus habitantes. En las páginas de estos trabajos se trasluce este hecho a través de afirmaciones que sugieren que vivir en un barrio produce un tipo de identidad que acompaña a sus habitantes, aunque se hayan ido del barrio.

En los relatos de los jóvenes que he recogido en mis investigaciones aparecen semblanzas parecidas respecto a sus barrios de pertenencia. En las 22 entrevistas que realicé a los jóvenes que vivían en la colonia del Cerro del Cuatro, en la Zona Metropolitana de la ciudad de Guadalajara, México2, las vivencias y experiencias que se narraron relacionadas con la infancia y la adolescencia (eso comprendía relatos de hechos vividos desde los 5 hasta los 14 años, aproximadamente) hacían referencia a la calle y al barrio como referentes espaciales fundamentales de la vida de cada uno de ellos:

Cuando éramos chicos teníamos los mismos gustos; de repente nos empezó a gustar un tipo de música y todos al mismo tiempo a oír la misma música; ya, cuando fue la adolescencia, yo tenía como 13, 14 años, ya nos empezamos a cotorrear, ya éramos varios, ya eran diferentes gustos; entonces, ya como que agarramos otros cotorreos; a mí me empezó a gustar la bicicleta; ya conocí a César; lo conocí por mi cuñada, que es hermana de César; y, él fue mi mejor amigo por muchos años, y ya comenzamos a andar juntos por todos lados; que por Polanco, íbamos juntos, que íbamos a buscar novia y íbamos juntos, y así, este, y me empezó, pues, a gustar a mi andar en la bicicleta, brincar y como que yo me aparté más del cotorreo de mis amigos, porque ellos ya eran más, andar más de novieros. Yo creo que eso influyó también mucho en mi personalidad; porque, también, como que, por ese placer que yo me daba de brincar la bicicleta, no sé, como que yo sentía, como que, se siente uno como más realizado, como que, "ay güey", ya, eso es algo fuera de lo común, pues, que no todos hacen; entonces, no sé, como que eso contó mucho como para que yo no buscara otras cosas. (Hombre, 17 años, entrevista realizada en su casa; Cuenca, 2008)

Esta socialización es importante para la constitución de las identidades de los jóvenes. En la calle, al lado de los amigos, se aprenden valores fundamentales como la amistad, la solidaridad, la lealtad, el reconocimiento del valor propio y del otro. Pero, también, en estas mismas calles se conoce lo que es prohibido, lo que es ilegal y lo que provoca rechazo de la familia, de los vecinos y, en algunos casos, de los amigos. En las calles del barrio se tiene acceso, por lo tanto, a distintos tipos de experiencias que dejan importantes aprendizajes en la vida de niños y jóvenes, principalmente a través del juego y del encuentro cotidiano, en las esquinas o en los andenes, en los que se le ponen palabras a lo que se vive, lo que se escucha o lo que se observa:

Desde mi niñez sí recuerdo, entre los amigos había apoyos, jugábamos demasiados juegos, qué se yo, chichilengua, a ver quién era más chavito de todos; fue muy chida nuestra relación; esa relación duró, qué sé yo, de los seis años y, duró, cuando mucho, hasta los 13 años; ya de los 13 en adelante, ya cada quien siguió por su rumbo, y ahorita, ya nos hablamos y, todo, pero, hacer lo que hacíamos antes, ese cotorreo, ya se perdió. (Hombre, 18 años, entrevista realizada en la banqueta de su casa; Cuenca, 2008)

Más allá de los recuerdos puntuales de un hecho, de una anécdota, de una experiencia, lo que resulta importante destacar aquí es la manera como estas situaciones definieron algún aspecto de la identidad de cada uno de los jóvenes. Por ejemplo, en los jóvenes que no habían terminado su escuela secundaria (completar el ciclo completo de la educación secundaria y media vocacional), se encontró que el periodo que va de los 12 a los 14 años, fue crítico para la permanencia en la institución escolar, principalmente porque las ganas de estar en la calle, con los amigos, terminó por hacer a un lado la escuela:

Yo, la neta, no más estudié primero de secundaria; la acabé, no más, me gustaba el cotorreo, ir a cotorrear; era el tiempo en cuando uno se empieza a desplayarse; las viejas, que las chavas, que acá, que andar cotorreando, que las fiestas; ya, sinceramente, en segundo, ya no me gustó, ya no quise ir, no sé, me gustaba más el desmadre. Me iba con el Víctor, caminando desde aquí hasta el centro, diario, diario, duré todo un año, yéndome de pinta, y le mandaban a hablar a mi mamá; y, ya vine a dar a la secundaria abierta, me metí a estudiar pero no la acabé, me faltó por hacer un examen para acabar la secundaria; pero, no, más que nada, por el cotorreo, yo por eso iba; el que tiene ganas de estudiar estudia, y el que no, no más va a cotorrear, y, yo por eso iba al cotorreo; y, ahorita, no más de saber que la preparatoria son tres años, me da hueva. (Hombre, 18 años, entrevista realizada en la banqueta de la iglesia; Cuenca, 2008)

Otro aspecto importante que hay que considerar cuando se aborda la relación barrio-jóvenes es entender que ellos no son los únicos que viven en el barrio. Este es un escenario en el que habitan diferentes tipos de personas. Además de los jóvenes, también hay niños, adultos, mujeres, viejos.

La vida del barrio popular se teje a partir de la puesta en escena, como diría Goffman (2001), de los comportamientos de estos distintos actores. Todos ellos producen la urdimbre característica que define a cada barrio y le da una identidad específica que lo diferencia de otros barrios.

Una función importante en la vida del barrio la tienen las instituciones, gubernamentales, privadas y ong, que hacen presencia en él. Un colegio, una iglesia, un puesto de salud, una oficina de gobierno, una comisaría de familia, produce otras dinámicas sociales en la vida del barrio. Una de ellas tiene que ver con el prestigio social que esto le da al barrio. Como se dice coloquialmente, el barrio popular se valoriza por la presencia de alguna o varias de estas instituciones en su territorio; ellas facilitan el acceso a servicios importantes para las familias, como lo son la educación y la salud. No poder acceder a ninguna oferta institucional, por consiguiente, limita y hace más difícil la vida de los que viven en el barrio popular. Si no hay un colegio en el barrio o cerca de él, es altamente probable que los niños y jóvenes no puedan entrar al sistema educativo.

Esto lo puede constatar en uno de los barrios en los que trabajé, donde la capilla ahí ubicada ofrecía una rica oferta de talleres relacionados con el aprendizaje de guitarra, coro y percusión; las charlas que se daban en estos talleres, relacionadas con diferentes aspectos de la vida de los jóvenes, como la sexualidad y la autoestima, ofrecían la posibilidad de conversar sobre temas y compartir inquietudes, raramente abordados en otro tipo de escenario en el barrio. Si consideramos que muchas de las familias que viven en estos barrios provienen del campo y que los niveles de escolarización de los adultos son bajos, es altamente probable que la posibilidad de que los jóvenes conversaran de estos asuntos por fuera de los talleres que ofrecía la capilla fueran nulas, mucho más si varios de los jóvenes participantes no están vinculados al sistema educativo. En el siguiente relato un joven destaca la importancia que tuvo la capilla en su vida:

También, ¿sí entiendes que son los cholos? Había los cholos, se juntaban en las esquinas, rayando paredes, drogándose, muchas veces yo [interrumpe] hubo un tiempo que trate de juntarme con ellos, pero mi mamá, también, así, como que me alivianó y fue cuando me dijo, "oye esto" [entrar al grupo de la capilla] y yo, pues, órale, a ver qué vamos viendo, o qué, y fue cuando me compuse yo, digo, no, pues, sí, esa forma de no ser así, como que rebelde, no sé, y siento que ya soy una mejor persona con esto que pasó, con los jesuitas y, este, los grupos, los talleres, eso. (Hombre, 19 años, entrevista realizada en la capilla; Cuenca, 2008)

El barrio popular, por consiguiente, es una realidad compleja que desborda cualquier intento de reducirlo a categorías como barrio violento, barrio peligroso, barrio de pobres, barrio de delincuentes, zona roja, como muchas veces es nombrado desde actores externos o desde las páginas judiciales de los periódicos, o desde algunos medios de comunicación. Como he querido dejar claro aquí, este tipo de reduccionismo no permite constatar la riqueza de vivencias y experiencias que suceden en el barrio popular.

Creo que una de las razones que ha hecho difícil entender el barrio desde esta perspectiva más rica y compleja es una concepción que asocia a los que viven en el barrio popular con la carencia, con lo que no tienen. Bajo esta concepción el barrio popular se define, siguiendo a Duschatzky (1999), como el espacio en el que viven las personas que no tienen educación, buenos trabajos, salud, recreación. Y, sin pretender negar esta profunda desigualdad social que describe uno de los problemas estructurales más agudos de estos barrios, encerrarlos en una definición que únicamente se detiene a señalar lo que no tienen, impide ver, desde la posición del observador externo, la productividad cultural que efectivamente tienen los sectores populares.

Willis (1977) es uno de los autores que explora y reconoce, en el caso de los jóvenes de clase obrera, la reproducción cultural que hace presencia en sus prácticas sociales. Este carácter reproductivo lo constata en una cultura obrera, heredada de los padres, en los que los jóvenes se reconocen y reproducen en su escuela. En mi trabajo con jóvenes raperos que viven en barrios populares de la ciudad de Cali, también encontré algunas prácticas que reproducen, en parte, los patrones culturales que la sociedad les atribuye. Sin embargo, por fuera de esto también hay una rica producción que estos jóvenes hacen articulada al rap y al barrio. Producción que les permite redefinir sus pertenencias espaciales y sociales. Esto es lo que presento a continuación.

Productividad Cultural e Identidades de Jóvenes Raperos que Viven en Cali, Colombia

Algunos Datos sobre la Ciudad de Cali

Cali es la tercera ciudad de Colombia, tanto en crecimiento sociodemográfico como en importancia estratégica, por su cercanía con el Pacífico. Esto la hace igualmente atractiva para empresarios como para personas que llegan buscando un mejor porvenir o huyendo de la violencia. Los datos del Censo 2005 arrojaron una población de 2.119.908 habitantes.

Importa señalar que la pobreza de la ciudad se concentra en las zonas de ladera y la zona oriental, que han sido y siguen siendo los sitios donde llegan las familias que migran de otras regiones del país. La mayoría de los barrios que se sitúan en estas dos grandes áreas de la ciudad se fundaron en procesos de poblamiento irregular, principalmente a partir de la toma de tierras baldías, o de propietarios privados (Arquidiócesis de Cali, 2014; Vanegas, 1998).

Una de estas olas migratorias se vivió a finales de 1970 y comienzos de la década siguiente, cuando a la ciudad llegaron miles de familias que provenían del Pacífico colombiano, en busca de mejores condiciones de vida, como consecuencia de un maremoto que arrasó con la ciudad de Tumaco, en el departamento de Nariño y con varios caseríos.

Con la ayuda de políticos locales, de comerciantes ilegales de tierra, y ante la necesidad de tener un sitio donde vivir, muchas de estas familias, de características étnico-raciales negras, poblaron una extensa zona de lagunas y tierras cultivables, que quedaba en el oriente de la ciudad. Esto dio paso a lo que se conoce actualmente como el Distrito de Aguablanca, un populoso sector que agrupa las comunas 13, 14 y 153.

Esta extensa zona de la ciudad es una de las más estigmatizadas y discriminadas, en parte por el color de piel de sus habitantes, como lo señalan Urrea y Murillo (1999). Sin embargo, es una discriminación que no se detiene solamente en el color de la piel de sus habitantes, sino que también está articulada a las características socioeconómicas de los que viven ahí. Así, características raciales y pobreza se cruzan para afectar las posibilidades reales de acceder a los distintos bienes y servicios que otros grupos de la ciudad, con otro color de piel y con mejores ingresos económicos, sí tienen (Barbary & Urrea, 2004).

Estas condiciones socioeconómicas son las que definen la vida de los barrios del oriente de la ciudad, en las que se cruza la pobreza, la exclusión social y la violencia. Sin embargo, en este mismo contexto emergen otras prácticas que definen un tipo de productividad sociocultural en la que los grupos de jóvenes son sus protagonistas. Dicha productividad sociocultural se encuentra asociada a diferentes tipos de expresiones que pasan por el cuerpo, la música, el grafiti y la participación en diferentes tipos de organizaciones sociales.

Lo que he observado en los barrios populares es que los jóvenes tienen una gran necesidad de expresarse, pero también de resistir esa imagen que los dibuja desde el estigma y la exclusión; ellos quieren decir lo que piensan y sienten, quieren mostrar lo que hacen. Mucho más cuando se está expuesto a algún tipo de discriminación por el sitio en que se vive, o por el color de piel, o simplemente por la manera de vestir o de llevar el cuerpo.

El caso de los raperos que vengo estudiando desde la década de 1990, en Cali, es representativo del tipo de productividad que grupos de jóvenes están realizando en los barrios populares de la ciudad. Me detendré en ellos para mostrar lo que el rap ha significado a nivel de sus identidades, aunque también en su relación con la violencia en el contexto de los barrios populares donde viven.

Hip Hop, Rap y Jóvenes en Cali

Antes de detenerme en la productividad cultural que han tenido los jóvenes raperos en la ciudad, quiero aclarar que el hip hop es un movimiento sociocultural que surge a finales de 1960 y comienzos de 1970 en los barrios pobres del Bronx y Brooklyn, en la ciudad de Nueva York, en los EE.UU. El hip hop lo componen cuatro elementos: el break dance, el rap, el grafiti y el disc jockey. A continuación presento, brevemente, cómo llega este movimiento a la ciudad de Cali (Cuenca, 2001).

El rap llega a una zona en particular de Cali, al Distrito de Aguablanca, de la mano de jóvenes negros que llegan del puerto de Buenaventura a finales de la década de 1980 y comienzos de 19904. Estos jóvenes traen casetes y discos de acetato de música rap de los EE.UU., que a su vez se los habían traído a ellos amigos y familiares que llegaban en los barcos que arribaban a este importante puerto. Sin embargo, es importante saber que, a comienzos de 1980, algunos jóvenes de clases medias ya estaban bailando break dance en algunas discotecas de la ciudad, y también hacían presentaciones en parques y sitios públicos.

La presentación de películas como Beat Street y Break Dance, permitieron conocer esa manera de bailar que no encajaba en los bailes tradicionales conocidos por los jóvenes en ese momento. El impacto que esto provoca va a repercutir en la rápida propagación del break dance en varios barrios de la ciudad, de la mano de jóvenes de clases medias, principalmente:

Aquí, los que bailaban break eran hijos de gente de billete, si me entiende, eran de Ciudad Jardín, de Capri, de San Fernando, del Lido. ¿Por qué? Porque ellos tenían el beta y familiares en USA, que les mandaban los videos, si me entiende, esos manes andaban con tenis; aquí, en el 83, 84, tener tenis esa ser un bacán, si uno escasítamente, tenía los Joger, ¿ya?; esos tenis venían era de Estados Unidos, las adidas, lo que uno veía, las sudaderas plásticas, eso era un revisaje. Entonces, el break se desarrolló aquí fue, básicamente, con pelaos de billete y en las discotecas. (Joven rapero, hombre, 26 años, entrevista realizada en el parque del barrio San Antonio; Cuenca, 2001)

Así, en los recuerdos de algunos jóvenes raperos aparecen estas imágenes de muchachos de "barrios bien", como ellos los llaman, que montaban unas coreografías con sus sudaderas sintéticas, zapatillas de marca, gorra con la visera echada para atrás, en las que había saltos, paradas en las manos, giros en la cabeza, acompasados por una música que era completamente nueva y extraña hasta ese momento para ellos. Pero si el break dance tuvo como protagonistas a jóvenes blancos y mestizos que vivían en barrios de clases medias de la ciudad, el rap va a tener como protagonistas a jóvenes negros que vivían en los barrios populares, principalmente del oriente de la ciudad, en el Distrito de Aguablanca:

Yo me acuerdo cuando lo del break, cuando se bailaba break en la Novena, eso fue casi como hasta el 87, de ahí pa' delante yo dejé de caer unos días; cuando volvimos a la ciclovía ya los breakers no estaban, estaba, uf, yo vi algo nuevo pa' mi; así como me pasó con el break, que era un baile nuevo, lo mismo me pasó con el rap; yo vi manes y estos manes de sociedad bailando rap, unas coreografías, yo decía: ¿Y estos manes qué? Yo bailaba break, ¿estos manes qué? Y unos manes por allá rapiando, y ya era mucho niche, el break eran manes blancos, el rap, ya era mucho niche por ahí, con su ropa anchota, y yo dije: ¡uy, cómo así! Entonces, yo empecé, empezamos a caer ahí, y yo empecé a invitar manes de por la casa, manes de por la loma, nosotros bajábamos más de 20 pa' allá. (Joven rapero, hombre, 22 años, entrevista realizada en la Ciclovía de la Novena; Cuenca, 2001).

El impacto que tiene el rap entre la población que habita estos barrios se extendió más allá de los jóvenes raperos y del barrio. En los primeros años de 1990 el rap se propagó entre los niños, adolescentes y jóvenes, con una gran acogida por parte de los adultos. De manera individual y grupal, los jóvenes rapeaban y se presentaban en los parques, las esquinas o en los encuentros que se organizaban en las unidades deportivas, la Ciclovía5 o en el marco de la Feria de la ciudad, en la última semana de diciembre6. Además de la receptividad y popularización que tiene el rap entre los habitantes de estos barrios, es importante llamar la atención sobre las dinámicas psicológicas y sociales que se presentan entre los jóvenes y el barrio popular en el que viven, a partir del rap.

Identidad, Rap y Barrio Popular

En primer lugar, hay que señalar que el rap impacta positivamente las identidades de los jóvenes. Aunque en un primer momento los muchachos comienzan a rapear por curiosidad, por el deseo de probar y de estar con su grupo en la esquina, esto se agota y aparece un segundo momento en el que emerge una preocupación por lo que están cantando, por el contenido de las líricas y lo que estas dicen al público que las escucha. A partir de ese momento, para los jóvenes ya no es suficiente subirse a una tarima a rapear, sino que aparece un auténtico interés en trasmitir un mensaje en las letras de sus canciones:

Yo creo que aquí cuando el rap entra al Distrito, y desde mi posición lo digo, todos los grupos, empezando por el mío, nos estrellamos con una realidad, que, en realidad, valga la redundancia, nos hizo meter en este cuento que ahora estamos. Más de uno comenzó a cantar reggae, más de uno comenzó a cantar fue su vaina comercial, con el sueño que en una presentación viniera un manager y te llamara: "vos, vení pa' acá y tales". Y desde ahí comenzó más de uno a ubicarse y saber que la realidad es otra, a tomar conciencia de qué verdaderamente era el rap, y ese es el cuento por el que está más de uno aquí, lo que decía, planteando lo suyo desde su ghetto y cómo está viendo las vainas del ghetto y cómo nos están explotando y todo eso y denunciando todas las vainas que nos están afectando a las clases bajas, ¿me entiende? (Joven rapero, hombre, 19 años, entrevista realizada en el barrio El Vergel; Cuenca, 2001)

Esta preocupación los lleva a reflexionar y discutir sobre su vida, sus amigos, las drogas, la pobreza, el desempleo, la violencia, el barrio, el Estado, los políticos, los partidos, etc. Este es un momento importante porque muestra el cambio en la relación que los raperos tienen con el rap y con el hip hop, que da paso a una conceptualización que lo asume como expresión política y sociocultural. La preocupación estaba ahora centrada en hacer del rap un medio que ayudara a hacer conciencia de la vida del barrio, no solo a quienes vivían ahí, sino también a los que no eran de esas zonas de la ciudad.

El planteamiento era que el rap debería servir para que la ciudad se diera cuenta de los problemas que se vivían en los barrios populares. La falta de escuelas, el desempleo, el hambre, la discriminación eran realidades que los habitantes de estos barrios vivían diariamente y los raperos querían cantarlo en sus canciones:

Bueno el rap en el Distrito empieza a darse es por la cuestión de los Derechos Humanos, pues, como se conoce, el Distrito es un sector donde la gente se la ha buscado y ha vivido en condiciones infrahumanas; ha sido invasor y entonces, a la gente le ha tocado muy duro, y ella siempre ha tenido, como adentro, toda esa lucha, todo ese rencor, por esas condiciones que ha vivido, y, más que todo, la población juvenil; entonces, uno no puede salir a la calle y tirar piedras porque nos matan, entonces, la única oportunidad que uno tiene es cantando, diciéndole a la gente, y entonces, ya empiezan los grupos a cantar protesta, y esto se vuelve muy popular en lo que es el Distrito de Aguablanca, pues, aparecen grupos que hablan de las condiciones en que se vive como afrocolombianos, otros, como la violencia los ha afectado, que las drogas, que han muerto amigos de ellos, cosas como esas, entonces, de ahí es de donde viene la cuestión del hip hop en el Distrito. (Joven rapero, hombre, 26 años, entrevista realizada en el barrio Charco Azul; Cuenca, 2001)

En los grupos de discusión que realicé con ellos, este era uno de los temas que aparecían con mucha frecuencia. Para algunos raperos, las líricas debían contar los hechos que sucedían en el barrio sin adornarlas con palabras bonitas; otros negaban la necesidad de volver a contar lo que la gente vivía en su barriada y, a cambio, proponían que las líricas debían transmitir mensajes que ayudaran a la gente a pensar sobre los problemas que estaban viviendo. Otros iban más allá y proponían que las líricas debían servir como medio de denuncia política, para señalar a la policía que asesinaba a los jóvenes en los barrios, a los políticos que se robaban el presupuesto público, al Estado que no atendía las necesidades de los más pobres, a los grupos armados que utilizaban a los niños y jóvenes de los barrios.

Sin embargo, independientemente de las especificidades de cada una de las posiciones expuestas, en lo que coincidían los raperos era que el rap debía servir para educar, para hacer consciencia entre los habitantes de los barrios y el resto de la sociedad a donde pudieran llegar sus canciones, de los problemas que ellos vivían en sus barrios:

Lo que yo digo es que la realidad que uno está enfrentando, la realidad que estamos viviendo en nuestro ghetto, eso no es de estudiar, eso se siente, se palpa, usted ahora sale de aquí y no sabe qué le va a pasar en su ghetto, llegan tres encapuchados y lo tiran al piso, ¿me entiende? Eso no es de estudiar, y si tengo la posibilidad de tener una pista, así sea de guitarra pa' cantar rap, la canto, pero yo denuncio esa realidad, ¿me entiende? Y que la escuche el que la está viviendo en mi barrio; yo creo que para eso no hay necesidad de informarse. (Joven rapero, hombre, 20 años, entrevista realizada en el barrio El Vergel; Cuenca, 2001)

Esta labor pedagógica que los raperos le asignaban al rap implicó, por lo tanto, una nueva perspectiva del rap (más social y política), una manera distinta de ver el barrio (de hacer consciencia de sus problemas) y una afirmación positiva de la identidad del rapero a partir de su pertenencia al barrio popular (solo se es rapero si se vive en el barrio popular, en el gueto).

Es interesante el uso que los raperos hacen del concepto de gueto. Este concepto lo retoman de los orígenes sociales que tiene el rap en los guetos negros y latinos del Bronx y Brooklyn, en Nueva York. A través de él encuentran una manera de afirmar positivamente el barrio popular en el que viven, articulado al rap y a su condición de rapero. Así, el barrio es igualado al gueto en el que, en palabras de un rapero, "se vive la vida de verdad; donde está el vueltero, el tropel; donde la gente aguanta hambre y donde no se sabe qué va a pasar cuando sales a la calle". El "auténtico rapero", según esto, es el que vive en el gueto, porque solo él vive la realidad del barrio y eso lo autoriza a cantarla en las líricas de las canciones. Así, "alguien que no viva en el gueto no podría ser rapero", afirma uno de los jóvenes entrevistados.

Esta afirmación que hace el joven de su identidad de rapero le permite construir una narrativa en la que se nombra positivamente a sí mismo, en relación con su barrio de pertenencia. En la perspectiva de Gergen (1992) se podría afirmar que el rap le ofrece al joven otra manera de narrar su identidad, su barrio y su realidad. El estigma social del barrio pobre y violento, el rapero lo transforma a través de sus líricas y lo convierte en un escenario de protesta social. Así logra darle dignidad a su pobreza al palabrearla y narrarla, y en ese proceso también se dignifica a sí mismo.

Ferrarotti (1993) considera que la explotación y la opresión que se presenta con los habitantes de las chabolas es directamente proporcional al olvido en el que se les mantiene. Olvido que tiene como condición, agregaría yo, que los barrios de los pobres están localizados, geográficamente, en la periferia de la ciudad, como ocurre con el Distrito de Aguablanca, en el oriente de Cali, lejos de los centros de poder institucional, de los grandes centros comerciales y de los barrios de clases altas.

Es interesante y al mismo tiempo preocupante que la única manera como los medios de comunicación sacan del olvido a los barrios populares es para nombrar el asesinato de determinado joven o niño en riñas entre pandillas, o la muerte violenta de alguna mujer por su esposo, o la desarticulación de alguna red de micro tráfico (Puex, 2003). De esta forma se perpetúan los estigmas sociales que pesan sobre estos barrios y sus habitantes. Esta podría ser otra cara del olvido, más efectiva quizá que la del olvido real, por el daño que hace.

Frente a este olvido los raperos ponen su voz, sus historias, sus biografías, y las historias del barrio, en hermosas líricas que le recuerdan al resto de la ciudad que ellos existen. Gracias a este trabajo han logrado visibilizar al barrio popular más allá de las categorías de la violencia, la delincuencia, y la marginalidad. En este sentido se puede afirmar que los raperos son la memoria urbana que se resiste a desaparecer y que le recuerda al resto de la ciudad las dolencias que la siguen aquejando.

¿Qué Función Cumple el Rap como Alternativa a la Violencia y la Delincuencia para los Jóvenes que Viven en los Barrios Populares?

Es innegable que la violencia hace presencia en los barrios populares de múltiples formas. En el trasfondo de esta problemática hay una realidad objetiva que compromete organizaciones criminales asociadas al narcotráfico y a la delincuencia organizada, que encuentran entre los jóvenes desempleados y desescolarizados, material humano dispuesto a ganarse algún dinero en este tipo de actividades. Sin embargo, una de las cuestiones que han demostrado los jóvenes con el rap es que han logrado hacer de esta práctica una alternativa frente a lo que les proponen aquellas organizaciones. Podría afirmar, sin temor a equivocarme, que los raperos le disputan, en el día a día de la vida del barrio, los niños y jóvenes a las organizaciones criminales que quieren cooptarlos para sus actividades. Obviamente es una disputa silenciosa, sin anuncios ni titulares de prensa, porque los diferenciales de poder (Elias, 1998) son muy grandes y el costo a pagar puede ser la vida misma, como ya ha ocurrido con algunos raperos que han entrado en confrontación directa con estas organizaciones.

El trabajo, por lo tanto, es silencioso, paciente, de voz a voz, de muchacho a muchacho, pero efectivo cuando el joven logra encontrar en el rap y la música una alternativa para su vida. Cuando esto sucede, cuando el joven encuentra en el rap, en sus líricas, en su música, un mensaje que le ofrece otro sentido a su vida, es seguro suponer que no trasegará el camino de la delincuencia, como lo he confirmado con varios jóvenes aquí en Cali.

Reflexiones Finales

Si consideramos que la identidad es una construcción social y no una entidad que el sujeto adquiere de una vez y para siempre (Deschamps & Devos, 1996; Giménez, 2005; Jenkins, 1996), importa detenerse a analizar el tipo de identidades que están constituyendo sujetos que viven en realidades sociales complejas, como son las que ofrecen las principales ciudades de los países mal llamados en desarrollo, como lo es Colombia. Esta labor nos corresponde hacerla a los científicos sociales que vivimos en estos países si no queremos seguir repitiendo las categorías convencionales de los textos clásicos de nuestras disciplinas o, en el peor de los casos, apropiándonos de las explicaciones y denominaciones que desde el sentido común o desde los centros de poder institucional, se hacen de estos grupos.

Uno de los grupos que más se han visto afectados desde que comenzaron a ser observados por su participación en hechos de violencia han sido los jóvenes que viven en los barrios populares. Categorías sociales como la de pandillero, ladrón, delincuente, sicario, violador, vago, perezoso, drogadicto, vicioso, son las que se emplean para nombrarlos. Esto nos aboca a una primera reflexión que interroga la relación de los jóvenes con su barrio, en donde viven con su familia, amigos, vecinos; en algunos casos, desde que nacieron, en otros, desde que llegaron a vivir en él.

El barrio popular es el espacio-tiempo en el que viven personas que se ubican en los estratos bajos de la sociedad, principalmente en las grandes ciudades. Esta realidad objetiva llama la atención en los recursos materiales que se tienen para vivir, tanto los que provienen de las personas que viven en el barrio, como de los que ofrece el estado en infraestructura de servicios. Así, en el barrio popular encontramos a personas que se emplean en la economía informal, que la mayoría de las veces sólo logran ganar el dinero para comer en el día, y que no tienen ningún tipo de seguridad social derivada de un contrato de trabajo formal. En el marco de esta realidad objetiva que da cuenta de una manera palpable del fracaso de un modelo económico que no logra repartir la riqueza sino concentrarla en pocas manos, abandonando a su suerte a la mayoría de la población, se presentan otras realidades que definen en buena medida la vida social del barrio popular.

De esta forma, la heterogeneidad del barrio y la riqueza sociocultural que se desprende de ella definen en buena medida la vida del barrio popular. Los niños, los jóvenes, las amas de casa, los hombres, las mujeres, le agregan distintos ritmos y temporalidades a la vida del barrio. El barrio popular, comparado con el barrio de las clases altas, se diferencia en esta presencia constante de personas y de distintas prácticas presentes en su cotidianidad. El barrio popular, por consiguiente, no es un gueto, aunque los raperos lo quieran llamar así. No está enclaustrado en sus límites físicos ni circunscrito a determinadas prácticas sociales. Por el contrario, al barrio llegan otras personas, por él circulan mercancías que se ofrecen en las tiendas del barrio, allí hacen presencia diferentes instituciones religiosas u otras ong que llegan implementando diferentes tipos de programas de origen estatal o privado. Los raperos también cumplen una importante función al sacar la vida del barrio y llevarla a otros lugares de la ciudad. Estas acciones ayudan a tejer redes sociales que hacen visible lo que está pasando en los barrios populares.

Los raperos, por consiguiente, están planteando a través de sus prácticas y acciones otros interrogantes, pero también agenciando otras maneras de vivir en el barrio popular que rompen con los estereotipos reduccionistas del joven violento y delincuente. El rapero interroga, hace preguntas, propone salidas, cuestiona la pobreza a la que lo quieren reducir. No acepta la identidad que le asignan y construye la suya, la moldea en el día a día de su vida en el barrio y desde ella busca otros interlocutores en la ciudad, entre los jóvenes, pero también con la institucionalidad, gubernamental y privada. El rapero se erige en la consciencia de su barrio, y escupe sus culpas señalando otros responsables: el Estado, los políticos, la policía, la delincuencia organizada, el desempleo, el hambre, la guerra intestina que nos carcome como sociedad.

Estas acciones las hacen los raperos sin intermediarios; ellas responden a sus propios intereses y motivaciones. Son acciones que tienen toda la fuerza de las convicciones propias y de la vivencia directa. Y, es allí en donde el rapero asienta su profundo interés y compromiso con sus sueños y con su comunidad. Este aspecto identitario que se encuentra entre los jóvenes raperos de la ciudad es el que reviste la mayor importancia si la relacionamos con la intervención social; principalmente, si se asume la intervención en una perspectiva participativa, que tenga en cuenta al sujeto como un agente y no como un objeto a intervenir (Montero, 2014).

Las identidades que los raperos han construido hay que interpretarlas desde la afirmación política que ellos hacen a partir de ellas. Sus identidades no son una moda ni una pose, aunque en un principio sí lo fueron, como ellos mismos lo manifestaban atrás. La manera como los raperos asumen la realidad de sus barrios, de sus comunidades, y reflexionan su participación y compromiso con esa realidad, está planteando un tipo de subjetividad que los convierte en un actor político, a pesar de que ellos mismos se denominen como apolíticos. Sin embargo, y para suerte de ellos, esta politización de sus identidades no es el resultado de su vinculación a una organización política, sino de su capacidad de tomar conciencia de su propia realidad y de actuar en consecuencia.

Si consideramos que uno de los objetivos que tiene la intervención psicosocial es favorecer procesos de concienciación que les permitan a los actores sociales y a las comunidades apropiarse de su realidad, lo que los raperos están mostrando es una de las maneras como esto se puede lograr a partir de procesos de gestión propia. Como muchas veces se ha dicho, las comunidades son inteligentes y sabias, pero lamentablemente a los científicos sociales esto se nos olvida bastante rápido, y muchas veces vamos a campo con la convicción de que nosotros somos los dueños del conocimiento y los que sabemos qué es lo mejor para ellas. Los raperos están mostrando que el trabajo comunitario sigue presente en los barrios, de mano de ellos, como de otras expresiones barriales que no aparecen en los medios. Lo que esto nos está indicando es que tenemos que ir más a los barrios, conocer lo que está pasando en ellos y acompañar los procesos sociales y comunitarios, que ahí se estén dando.

Para finalizar, solo quiero manifestar que a través de estas páginas no he pretendido idealizar a los raperos ni erigirlos como el prototipo de joven de las barriadas. Estoy lejos de pretender cualquiera de estas dos cosas. Pero lo que sí quiero hacer es mostrar a través de ellos, esas otras expresiones juveniles que hacen presencia en el barrio, y que se plantean discursos y narrativas diferentes, comprometidas con su realidad social. Con ellas se pueden construir otras maneras de vivir la ciudad y de exorcizar sus males.


Notas

1 Estas investigaciones se enmarcan en mis estudios de posgrado, que enumero a continuación: 1. Cuenca, J. (2008). Jóvenes que viven en una colonia popular: Prácticas sociales que caracterizan su vida cotidiana (Tesis doctoral). México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-ciesas. 2. Cuenca, J. (2001). La construcción de identidades sociales en grupos de raperos (Tesis de maestría no publicada). Universidad del Valle, Cali, Colombia.
2 Estas entrevistas se realizaron en el marco del trabajo de campo de mi tesis doctoral, durante los años de 2005 y 2007, a 22 jóvenes que tenían en promedio 20 años. De este grupo solo una era mujer.
3 La ciudad de Cali se agrupa administrativamente por comunas. Existen 22 comunas. En determinados sectores estas comunas pueden incluir a barrios que tienen condiciones socioeconómicas opuestas. Otras son mucho más homogéneas, como acontece con las comunas que quedan en el oriente de la ciudad. Este es el caso del Distrito de Aguablanca, en la que la mayoría de las familias que habitan en las comunas 13, 14 y 15, son pobres y afrodescendientes.
4 El puerto de Buenaventura sobre el Pacífico colombiano es el más importante del país por el flujo de mercancías que diariamente se movilizan. El destino de la ciudad de Cali está atado a la cercanía geográfica con este puerto.
5 La Ciclovía es un programa de la administración municipal que tiene como propósito habilitar importantes avenidas de la ciudad los días domingos para que las personas y familias salgan a hacer ejercicio. Los raperos se tomaron diferentes puntos importantes de este largo trayecto para hacer sus presentaciones en las calles y andenes, con una importante acogida del público visitante. Con el pasar del tiempo, estas presentaciones se convirtieron en momentos de encuentro de los raperos de la ciudad.
6 La ciudad de Cali celebra sus fiestas en la última semana de diciembre de cada año. Esto se ha denominado la Feria de Cali y en ellas se hacen distinto tipo de presentaciones culturales y artísticas. Gracias al trabajo y a la tenacidad de los raperos, distintas administraciones municipales han cedido un espacio y un día para que ellos hagan sus presentaciones en el marco de esta festividad.


Referencias

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Cuenca, J. (2016). Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia. Revista Colombiana de Psicología, 25(1), 141–154. https://doi.org/10.15446/rcp.v25n1.49970

ACM

[1]
Cuenca, J. 2016. Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia. Revista Colombiana de Psicología. 25, 1 (Jan. 2016), 141–154. DOI:https://doi.org/10.15446/rcp.v25n1.49970.

ACS

(1)
Cuenca, J. Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia. Rev. colomb. psicol. 2016, 25, 141-154.

ABNT

CUENCA, J. Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia. Revista Colombiana de Psicología, [S. l.], v. 25, n. 1, p. 141–154, 2016. DOI: 10.15446/rcp.v25n1.49970. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/psicologia/article/view/49970. Acesso em: 19 apr. 2024.

Chicago

Cuenca, James. 2016. “Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia”. Revista Colombiana De Psicología 25 (1):141-54. https://doi.org/10.15446/rcp.v25n1.49970.

Harvard

Cuenca, J. (2016) “Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia”, Revista Colombiana de Psicología, 25(1), pp. 141–154. doi: 10.15446/rcp.v25n1.49970.

IEEE

[1]
J. Cuenca, “Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia”, Rev. colomb. psicol., vol. 25, no. 1, pp. 141–154, Jan. 2016.

MLA

Cuenca, J. “Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia”. Revista Colombiana de Psicología, vol. 25, no. 1, Jan. 2016, pp. 141-54, doi:10.15446/rcp.v25n1.49970.

Turabian

Cuenca, James. “Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia”. Revista Colombiana de Psicología 25, no. 1 (January 1, 2016): 141–154. Accessed April 19, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/psicologia/article/view/49970.

Vancouver

1.
Cuenca J. Los Jóvenes que Viven en Barrios Populares Producen más Cultura que Violencia. Rev. colomb. psicol. [Internet]. 2016 Jan. 1 [cited 2024 Apr. 19];25(1):141-54. Available from: https://revistas.unal.edu.co/index.php/psicologia/article/view/49970

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