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  • "La literatura como indagación del lenguaje".Entrevista con el escritor mexicano Carlos Velázquez
  • Paula Klein Jara

Con la publicación de La Biblia Vaquera (2008) y La marrana negra de la literatura rosa (2010), Carlos Velázquez se posicionó rápidamente como una de las voces jóvenes más contundentes e iconoclastas de las letras mexicanas del siglo veintiuno. Nacido en 1978 en Torreón, Coahuila, este autor se ha destacado por narrar crónica y ficción desde el norte de México en un contexto de violencia, drogas y de cultura pop tanto regional como global. Velázquez es también autor de Cuco Sánchez Blues (2004), El karma de vivir al norte (2013), La efeba salvaje (2017), El pericazo sarniento: selfie con cocaína (2017), Aprende a amar el plástico (2019) y Despachador de pollo frito (2019), así como ganador del Premio Nacional de cuento "Magdalena Mondragón" en 2005 y del Premio Bellas Artes de Crónica Literaria "Carlos Montemayor", en 2012.

La obra de Carlos Velázquez está definida principalmente por un lenguaje oral, hiperrealista e inestable. El uso de una voz localista le ha permitido posicionarse en los márgenes del lenguaje literario, reafirmar y reivindicar una identidad norteña, y presentar una literatura propia que se distingue de lo que hasta hace poco conformaba la literatura nacional. Desde la época prehispánica y durante la colonia española se mantuvo el mito de que las poblaciones que habitaron el norte de México eran particularmente "salvajes". Aludiendo alegóricamente a esta idea, el estilo de este escritor torreonense es así: directo y visceral. Su ritmo es ágil y enérgico. En gran parte de sus relatos, las voces narrativas realizan un ejercicio de autorreflexión existencialista que expone el espíritu del sujeto, concretamente joven y masculino, que se debate entre el goce y la supervivencia en el contexto urbano contemporáneo del norte de México. La construcción de sus cuentos parte, la mayoría de las veces, de un rescate de lo cotidiano que se hace visible en una atmósfera pop que el autor evoca con la presencia de elementos de la cultura popular, que van desde el argot local hasta referencias musicales, deportivas, cinematográficas, televisivas y, por supuesto, literarias.

Su obra cuentística está poblada de personajes física y/o moralmente grotescos colocados en el centro del relato para contrastar con lo ordinario. Estos personajes están construidos a partir de la condición y la experiencia corporal con la que habitan el mundo; [End Page 167] se trata de sujetos "desadaptados", pero no en el plano social sino en el de su propia materialidad. Estas figuras "incómodas" y estéticamente "chocantes" que encontramos concretamente en los cuentos de La marrana negra de la literatura rosa, experimentan con las capacidades y las limitaciones del cuerpo por medio de la transfiguración para performar otros roles, y son percibidas en el universo narrativo desde el extrañamiento, pero también desde el (auto)reconocimiento, la (auto)compasión, la empatía y el deseo, por lo que "lo raro" llega a ser un fetiche en la obra cuentística de este autor. Asimismo, los personajes de Velázquez transitan entre la vanidad, la avaricia, la angustia, la culpa y la vergüenza producida por la repetición compulsiva de conductas (auto)destructivas, que se insertan en dinámicas capitalistas relacionadas con el consumo (particularmente de sustancias tóxicas), y con la reproducción de la cultura popular. La estructura del cuento le permite a Velázquez presentar personajes que, a menudo, se debaten entre los límites morales de la razón y del deseo, convirtiendo al autor en un parodista satírico de la contradicción humana.

El ejercicio de la deconstrucción es un recurso que Velázquez también ha puesto en práctica no sólo sobre el sujeto y el cuerpo, sino también sobre los aspectos formales de la escritura creando textos con una estructura híbrida que discurre entre la crónica y el cuento; una herencia, posiblemente, del nuevo periodismo norteamericano ya que...

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