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Terapia psicológica

On-line version ISSN 0718-4808

Ter Psicol vol.33 no.2 Santiago July 2015

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-48082015000200005 

Artículos Originales

 

Modificación de Sesgos Cognitivos (MSC) en depresión: Una revisión crítica de nuevos procedimientos para el cambio de sesgos cognitivos

Cognitive Bias Modification (CBM) in depression: A critical review of new procedures to change cognitive biases

 

Almudena Duque

Hospital Universitario 12 de Octubre, Servicio de Psiquiatría, Madrid, España.

Irene López-Gómez

Iván Blanco

Carmelo Vázquez

Departamento de Psicología Clínica, Facultad de Psicología, Universidad Complutense, España.

Correspondencia a:


Resumen

Los sesgos cognitivos juegan un papel importante como factores de vulnerabilidad en los trastornos emocionales. Recientemente se han empezado a desarrollar intervenciones para la Modificación de Sesgos Cognitivos (MSC), con el objetivo final de mejorar los síntomas clínicos. Aunque estos procedimientos innovadores se han utilizado más en los problemas de ansiedad, existe una investigación creciente sobre su uso en la depresión. En este trabajo efectuamos una revisión del marco teórico, los procedimientos utilizados y los principales resultados de la MSC en la depresión, en especial en la corrección de sesgos atencionales y de interpretación. Finalmente se analizan las limitaciones conceptuales y metodológicas de estas nuevas intervenciones y se discuten sus implicaciones clínicas, teóricas y aplicadas.

Palabras clave: Modificación de sesgos cognitivos (MSC), sesgos cognitivos, intervenciones cognitivas y depresión.


Abstract

Cognitive biases play an important role as vulnerability factors in emotional disorders. Interventions for Cognitive Bias Modification (CBM) have recently begun to be developed with the ultimate goal of improving clinical symptoms. Although these innovative procedures have been applied mainly in anxiety problems, there is increasing research on the application in depression. This work reviews the theoretical framework, the procedures used, and the main results of CBM in depression, especially in the modification of attention and interpretative bias. Finally the conceptual and methodological limitations of these promising interventions procedures are analyzed as well as the clinical, theoretical and applied implications.

Keywords: Cognitive bias modification (CBM), cognitive bias, cognitive interventions, depression.


 

Introducción

Uno de los retos clínicos de la depresión es que presenta tasas de recaídas muy altas. Hasta un 85% de las personas con depresión sufrirán otro episodio en un periodo de 15 años (Mueller et al., 1999). Por tanto, la reducción de recaídas y recurrencias se considera en la actualidad el objetivo principal de cualquier intervención (McIntyre y O'Donovan, 2004). Aunque esta dificultad de recuperación plena obedece a muchos factores, hay evidencias muy consistentes de que no se debe tanto al estrés como a una sensibilidad o reactividad creciente frente a los estresores (Monroe, Slavich y Georgiades, 2009), la cual puede deberse, en gran parte, a la persistencia de cogniciones subyacentes (esquemas negativos, atribuciones, desesperanza, atención selectiva, etc.) presentes incluso tras la mejoría (Vázquez, Hervás, Hernangómez y Romero, 2010). De hecho, estudios prospectivos y retrospectivos sobre el inicio y mantenimiento de la depresión han mostrado que esos elementos cognitivos son factores clave de vulnerabilidad (Calvete, 2010; Otto, Teachman, Cohen, Soares, Vitonis y Harlow, 2007). Sin duda, las terapias psicológicas para la depresión (tanto las más conductuales como las más cognitivas) inciden directa o indirectamente sobre los factores cognitivos. Sin embargo, sólo desde hace muy poco tiempo se han empezado a diseñar procedimientos terapéuticos que intentan incidir específicamente en la corrección de algunos sesgos presentes en la depresión y en otros trastornos emocionales (Hakamata et al., 2010; Hallion y Ruscio, 2011; Hertel y Mathews, 2011; MacLeod y Mathews, 2012).

Cognición, emoción y depresión

Hay una abrumadora acumulación de evidencia sobre la existencia de factores de riesgo biológicos y psicológicos en la depresión (Belzung, Willner y Philippot, 2014; Gotlib y Joorman, 2010; Struijs, Groenewold, Oude Voshaar y de Jonge, 2013). Por un lado se han descrito factores genéticos, neuroendocrinos, y neurofuncionales asociados. En concreto, hay evidencia de una hiperactivación de los circuitos amigdalinos ante estímulos emocionales (Davidson, Pizzagalli, Nitschke y Putnam, 2002), los cuales están ligados a procesos de atención selectiva hacia estímulos amenazantes, y una actividad reducida de las regiones prefrontales (córtex prefrontal dorsolateral, ventromedial, y córtex cingulado anterior) que están implicadas en la regulación de la respuesta emocional.Por otro lado, muchos de estos elementos neurobiológicos son congruentes con los sesgos cognitivos en depresión (Belzung et al., 2014; Clark y Beck, 2010; Disner, Beevers, Haigh y Beck, 2011).

Los estudios sobre funcionamiento cognitivo en la depresión encajan bien a nivel psicológico con estos hallazgos neurobiológicos (De Raedt y Koster, 2010; Singh y Gotlib, 2014). Las personas con depresión tienen dificultades para desengancharse de material negativo una vez que éste captura su atención (Gotlib y Joormann, 2010; Sánchez, Vázquez, Marker, Lemoult y Joormann, 2013). Dicha dificultad de desenganche probablemente está también ligada a una mayor tendencia a quedarse atrapado en pensamientos rumiativos (Nolen-Hoeksema, Wisco y Lyubomirsky, 2008), lo que se considera un estilo de procesamiento indicador de vulnerabilidad a la depresión (Vázquez et al., 2010). Como sugieren Whitmer y Gotlib (2013) en su modelo de amplitud atencional, es posible que el estado de ánimo depresivo reduzca la atención y de ese modo disminuyen los repertorios de pensamiento y acción favoreciendo un pensamiento más repetitivo, creando así espirales emocionales negativas. De modo que los procesos cognitivos elementales (p. ej.: atencionales) asociados a determinadas estructuras y circuitos cerebrales, pueden estar ligados mediante procesos complejos de feedback a procesos cognitivos más complejos y a consecuencias emocionales y conductuales características de la depresión (De Raedt y Koster, 2010; Gotlib y Joormann, 2010; Vázquez et al., 2010).

Además de los sesgos en el procesamiento atencional de la información (Sánchez y Vázquez, 2012), hay evidencias firmes de que la depresión se asocia con sesgos de memoria y de interpretación. En efecto, muchos estudios muestran una mayor facilidad de las personas con depresión para recordar más elementos negativos que positivos tanto en memoria explícita (Matt, Vázquez y Campbell, 1992) como implícita (Gaddy e Ingram, 2014; Romero, Sánchez y Vázquez, 2014), así como una tendencia a tener recuerdos sobregeneralizados negativos (Williams et al., 2007). Aunque la evidencia es menos consistente, parece que las personas con depresión tienden a interpretar negativamente las situaciones ambiguas (Lawson, MacLeod y Hammond, 2002). Desde este punto de vista, la relevancia de las dificultades cognitivas en la depresión deriva no sólo de su alto coste emocional, sino de su estrecha relación con problemas en la regulación emocional (Gross, 1998).

Un aspecto importante del procesamiento de información emocional en la depresión es que, si bien existen sesgos constatados hacia la información negativa, la depresión se asocia también a una dificultad para procesar estímulos positivos y regular las emociones positivas asociadas (Carl, Soskin, Kerns y Barlow, 2013). Por ejemplo, su atención hacia estímulos positivos como caras de alegría es menos pronunciada que en el caso de las personas sanas (Duque y Vázquez, 2015). Asimismo, además de tener más recuerdos autobiográficos negativos abstractos o sobregeneralizados (p. ej.: "todo me ha ido mal en la vida"), las personas deprimidas muestran menos recuerdos específicos positivos de su vida (Romero, Vázquez y Sánchez, 2014) e incluso tienen dificultades para recordar caras emocionales positivas (Bistricky, Ingram y Atcheley, 2011).

Modificación de Sesgos Cognitivos (MSC)

La presencia de sesgos cognitivos en los trastornos emocionales es un fenómeno avalado por la evidencia empírica (Mathews y MacLeod, 2005). Los modelos cognitivos han considerado tradicionalmente que los fallos en el procesamiento de la información constituyen un factor de vulnerabilidad para el posterior desarrollo del trastorno (Beck, 1967). Sin embargo, el tipo de estudios conducidos hasta el momento, la mayor parte de ellos de naturaleza transversal, no ha permitido establecer relaciones de causa-efecto entre los sesgos cognitivos y la aparición de los síntomas (Joormann y Quinn, 2014). Movidos por este interés teórico, algunos investigadores han desarrollado una serie de técnicas, denominadas Modificación de Sesgos Cognitivos (MSC) o Cognitive Bias Modification (CBM), para modificar directamente los sesgos cognitivos y observar las consecuencias que esta manipulación produce (Koster, Fox y MacLeod, 2009).

El objetivo principal de la MSC consiste en corregir experimentalmente los sesgos cognitivos, con el fin de cambiar la respuesta emocional (Hertel y Mathews, 2011). Otra de las características que define a este conjunto de técnicas es que requieren poco esfuerzo cognitivo y son de fácil aprendizaje. Se trata de procedimientos basados en la automatización con la finalidad de producir cambios en los procesos cognitivos de bajo nivel, a menudo inaccesibles desde la conciencia (Wadlinger e Isaacowitz, 2011). De hecho, en la mayoría de los estudios realizados, los participantes no son informados de los objetivos reales de la investigación, por lo que no son conscientes de que sus procesos cognitivos están siendo entrenados.

Inicialmente las estrategias de MSC se desarrollaron en el campo de la ansiedad. En el estudio pionero de Mathews y Mackintosh (2000) se encontró que tras entrenar a participantes sanos para interpretar de forma negativa situaciones sociales ambiguas se producía un aumento en las puntuaciones de ansiedad. Algo más tarde, MacLeod, Rutherford, Campbell, Ebsworthy y Holker (2002) observaron que inducir un sesgo atencional hacia palabras amenazantes en sujetos con niveles moderados de ansiedad-rasgo conllevaba un empeoramiento del estado de ánimo como respuesta a una tarea estresante de laboratorio. La implicación de los resultados obtenidos en estos y otros estudios similares supuso un hito en la investigación clínica sobre emoción y cognición. En primer lugar, por primera vez se demostraba que un procesamiento sesgado tenía influencia causal sobre el estado emocional, tal y como defendían los modelos cognitivos desde hace cuatro décadas. En segundo lugar, los datos sugerían que era posible el entrenamiento directo de los sesgos cognitivos.

Aunque los primeros estudios de MSC se llevaron a cabo hace más de una década, el grueso de la investigación con el que hoy contamos ha sido generado en los últimos 5 años (Cristea, Kok y Cuijpers, 2015; Mogoaşe, David y Koster, 2014; Hallion y Ruscio, 2011). Este creciente interés responde al deseo de dar respuesta a varias cuestiones (MacLeod y Mathews, 2012). En primer lugar, confirmar la hipótesis de que un procesamiento sesgado es directamente responsable de ciertos trastornos como la depresión y la ansiedad, dando apoyo empírico a los modelos cognitivos. En segundo lugar, valorar si estos procedimientos pueden utilizarse como herramientas terapéuticas, y evaluar su capacidad para generar cambios duraderos en el tiempo. Y en tercer lugar, explorar si el uso de estas técnicas puede contribuir a un mejor entendimiento de los mecanismos básicos que rigen los propios sesgos cognitivos.

La investigación sobre los sesgos en el procesamiento de la información emocional en los trastornos emocionales se ha centrado principalmente en tres procesos cognitivos: atención, interpretación y, en menor medida, memoria (Joormann y Quinn, 2014; Mathews y MacLeod, 2005). Siguiendo esta tendencia, la mayor parte de las estrategias de MSC se dirigen a la modificación o entrenamiento de patrones atencionales e interpretación de situaciones ambiguas. La modificación de los sesgos de memoria ha sido objeto de menor interés, ya que algunos estudios apuntan a que éstos pueden ser corregidos a través de la modificación de los sesgos de interpretación (Joormann, Waugh y Gotlib, 2015). Aunque la MSC se ha utilizado más en los problemas de ansiedad (MacLeod y Mathews, 2012), existe una investigación creciente sobre su uso en la depresión (Mogoaşe et al., 2014). A continuación se presenta una revisión descriptiva y no sistemática de los estudios llevados a cabo en depresión para el re-entrenamiento de la atención (MSC-A, Modificación de Sesgos Atencionales; ABM, Attention Bias Modification) y de la interpretación (MSC-I, Modificación de Sesgos de Interpretación; CBM-I, Cognitive Bias Modification-Interpretation). La revisión de la literatura para la elaboración de este artículo se llevó a cabo en marzo de 2015 a través de las bases de datos PsycINFO y PubMed, introduciendo los términos "cognitive bias modification CBM", "attention bias modification ABM", "intepretation bias modification CBM-I" AND "depression". Se seleccionaron sólo los estudios realizados con población depresiva o con síntomas sub clínicos de depresión.

La cantidad de estudios sobre MSC ha sido ya suficiente como para realizar algunos meta-análisis (aunque ninguno específicamente dedicado a la depresión). No obstante, creemos conveniente una revisión narrativa como la presente, pues permite describir con más detalle los procedimientos de entrenamiento utilizados, la lógica de las intervenciones y los resultados hallados.

Modificación de Sesgos Atencionales (MSC-A)

Los paradigmas desarrollados para el entrenamiento de la atención selectiva son básicamente los mismos utilizados para la evaluación de los sesgos atencionales (para una revisión véase Yiend y Mathews, 2005). Lo que suele hacerse es alterar las contingencias de aparición de los estímulos con el fin de forzar de modo automático la atención del participante hacia un patrón atencional específico adaptativo (p. ej.: prestar atención a estímulos positivos ignorando los negativos). En concreto, las tareas más utilizadas son las siguientes (ver Figura 1):

 

Figura 1.
Ejemplo de secuencia básica de una tarea de detección del punto (dot-probe).

 

1. Dot-probe o tarea de detección del punto. Sin duda es la tarea de entrenamiento más utilizada. Comparte con su versión original la aparición de dos estímulos en la pantalla (izquierda-derecha y arriba-abajo) reemplazados inmediatamente por un punto o asterisco en la localización espacial que ocupaba uno de los estímulos. La tarea de la persona consiste simplemente en detectar lo antes posible la localización del punto. Su modificación como tarea de entrenamiento fue introducida por MacLeod et al. (2002) y consiste en la alteración de las contingencias en la aparición del punto para que éste aparezca entre el 80% - 90% de las veces siguiendo a un tipo de estímulo determinado. De esta manera, se dirige a la persona para atender selectivamente a aquel estímulo que nos interesa que sea procesado en mayor medida (Ver Figura 1).

2. Visual search o tarea de búsqueda visual. Este paradigma fue diseñado por Dandeneau y Baldwin (2004) con el objetivo de reducir la preferencia atencional hacia estímulos negativos a través del entrenamiento de un patrón de vigilancia hacia estímulos positivos. Al igual que en la versión original de la tarea, el sujeto ha de buscar, con la mayor rapidez posible, la presencia de un determinado estímulo entre un conjunto o matriz de elementos que aparecen simultáneamente (p. ej., una cara triste entre varias alegres o viceversa). Con este procedimiento se busca entrenar la vigilancia atencional hacia un tipo de estímulo diana (target) inhibiendo el procesamiento del resto de estímulos (Ver Figura 2).

 

Figura 2.
Ejemplo de la matriz básica de una tarea de búsqueda
visual (visual search).

 

3. Tarea de Posner o tarea modificada de la señal espacial. En la versión original de esta tarea se presenta un estímulo emocional en una de las dos localizaciones posibles (izquierda-derecha y arriba-abajo de la pantalla) seguido de un target, ya sea en la localización en la que previamente ha aparecido el estímulo o en la otra. La tarea del sujeto consiste en detectar la aparición y ubicación del target lo más rápido posible. En la variante diseñada para el entrenamiento, la localización del target es alterada de tal manera que su aparición sea contingente con el tipo de información hacia la que se desea entrenar la atención. En el caso de que el objetivo sea entrenar la atención para evitar cierto tipo de información, el target aparecerá en la posición contraria a la localización del estímulo que se desea evitar (Ver Figura 3).

 

Figura 3.
Ejemplo de la secuencia básica de la tarea de Posner.

 

Los procedimientos de MSC-A se han usado en cuadros clínicos como la ansiedad social, trastorno de ansiedad generalizada y trastorno obsesivo-compulsivo. A diferencia de los trastornos de ansiedad, la depresión no sólo se caracteriza por la presencia de estados emocionales negativos sino también por la atenuación de emociones positivas. Esta dualidad se ha visto reflejada en los procedimientos de entrenamiento utilizados para modificar los sesgos atencionales de las personas con depresión; por una parte, existen entrenamientos destinados a evitar la información negativa, y por otra, entrenamientos dirigidos a aumentar el procesamiento de la información positiva (Tabla 1).

 

Tabla 1. Estudios de modificación de sesgos atencionales en depresión.

 

Los meta-análisis publicados muestran que el efecto del entrenamiento es significativo en personas con trastornos de ansiedad (Hakamata et al., 2010; Hallion y Ruscio, 2011) y en muestras de sujetos con puntuaciones elevadas en ansiedad (Mogoaşe et al., 2014). En el caso de la depresión, los efectos son algo menos consistentes aunque la cantidad de estudios es mucho menor. En el meta-análisis de Hallion y Ruscio (2011) sobre MSC en ansiedad y depresión, los pocos estudios incluidos de depresión no encontraron cambios significativos en su conjunto (sin diferenciar diversas modalidades de MSC). Incluyendo algunos estudios posteriores, Mogoaşe et al. (2014) tampoco han hallado resultados significativos del entrenamiento atencional en la depresión.

Aparte de las características de los participantes, el efecto del entrenamiento también parece estar relacionado con las condiciones de la propia tarea. Los entrenamientos realizados en condiciones controladas (p. ej., laboratorio) obtienen mejores resultados (Beard, Sawyer y Hofmann, 2012; Mogoaşe et al., 2014). Respecto al número de ensayos, mientras que algunos meta-análisis han hallado que un mayor número de sesiones mejora los resultados (Beard et al., 2012; Mogoaşe et al., 2014), otros han hallado lo opuesto (Cristea et al., 2015). El detallado meta-análisis de Cristea et al. (2015), sólo centrado en ensayos clínicos aleatorizados de MSC para la depresión y la ansiedad, ha hallado que en el caso de la depresión el cambio clínico tras el entrenamiento es moderado (g de Hedges = 0.47), si bien el resultado se reduce y en algunos casos desaparece cuando se tienen en cuenta variables moderadoras (i.e., los tamaños del efecto son mayores cuando se trata de ensayos con menos calidad de control, muestras más pequeñas o fecha de publicación más remota).

En cuanto al tipo de entrenamiento, el que mayor efecto parece reportar es la inhibición de estímulos amenazantes seguido de la focalización en estímulos positivos (Beard et al., 2012). Finalmente, aunque no se ha encontrado ningún efecto de moderación respecto al tipo de tarea utilizada para el entrenamiento, la tarea dot-probe sigue siendo la más usada en estos estudios. El escaso número de trabajos realizados hasta la fecha, la diversidad de tareas y paradigmas utilizados en las tareas de entrenamiento y la divergencia de resultados obtenidos, incluso en los meta-análisis, dificultan la extracción de conclusiones fiables sobre la eficacia de los procedimientos de MSC-A para modificar los sesgos de atención depresivos.

Modificación de Sesgos de Interpretación (MSC-I)

Dado que las personas con depresión tienden a efectuar interpretaciones negativas sesgadas de situaciones ambiguas (Hindash y Amir, 2011), los procedimientos de MSC-I se dirigen a modificar estos sesgos hacia una dirección más positiva. En cuanto a la eficacia de estos procedimientos, un reciente meta-análisis de estudios con muestras sanas y sintomáticas (depresión y ansiedad) ha mostrado un aumento de las interpretaciones benignas y una reducción del estado de ánimo negativo tras el entrenamiento (Menne-Lothman et al., 2014). Sin embargo, dichos efectos no fueron consistentemente diferentes a los experimentados en los grupos control. Esto puede ser debido a que la mayoría de los estudios acerca de la eficacia de la MSC-I se han realizado con sujetos sanos o no seleccionados, como se evidencia en el citado meta-análisis y en el de Hallion y Ruscio (2011). El meta-análisis posterior de Cristea y colaboradores (2015) incluye algún estudio más con muestra clínica, arrojando efectos pequeños o moderados en depresión, y señala que el MSC-I parece tener mejores resultados que el MSC-A hasta la fecha.

Los escasos estudios que han aplicado entrenamientos MSC-I a personas con depresión (Tabla 2), han hecho uso de versiones adaptadas del paradigma de situaciones ambiguas de Mathews y Mackintosh (2000). En él se presenta la descripción escrita de un escenario de interpretación ambigua que sólo se resuelve con la última palabra de éste, que ha de ser completada por el sujeto y que sólo tiene una resolución con sentido. Por ejemplo, un escenario consistiría en "tu pareja te pide que le acompañes a la celebración del aniversario de la empresa y no conoces a ninguno de sus compañeros de trabajo. Mientras te preparas para ir, piensas que la gente que conocerás allí opinará que eres": "a--ble" (condición positiva) o "abu---o" (condición negativa)", es decir, las dos opciones proporcionadas son "amable" o "aburrido" (traducido del original de Mathews y Mackintosh, 2000). El entrenamiento consiste en administrar únicamente escenarios con resolución positiva o negativa, dependiendo del tipo de entrenamiento. Tras la fase experimental, y con el objetivo de evaluar el efecto del entrenamiento, se presentan nuevos escenarios ambiguos que los participantes deben resolver evaluándose, a continuación, cambios en el sesgo interpretativo y el estado de ánimo.

 

Tabla 2. Estudios sobre modificación de sesgos de interpretación en depresión.

Nota: MSC-I = modificación de sesgos de interpretación. iTCC = terapia cognitivo-conductual
por internet.

 

Una de las adaptaciones de este paradigma es el denominado MSC-errores (CBM-errors) (Lester, Mathews, Davison, Burgess y Yiend, 2011), que se creó con el objetivo de modificar los sesgos cognitivos definidos por Beck, Rush, Shaw y Emery (1979). Los estudios realizados en población con depresión subclínica y clínica han indicado que las personas que recibieron este entrenamiento mostraron interpretaciones más benignas de nuevas situaciones ambiguas que las del grupo control, aunque no se mostró una mejoría significativa en su estado emocional (Lester et al., 2011; Yiend et al., 2014). Otro estudio que hizo uso de un entrenamiento basado en el paradigma de Mathews y Mackintosh (2000), obtuvo cambios consistentes con la valencia del entrenamiento en el estilo de interpretación, en el recuerdo de los escenarios y en la respuesta cardiaca ante una prueba estresante (Joormann et al., 2015). También se ha realizado una adaptación de este paradigma para adolescentes (Micco, Henin y Hirshfeld-Becker, 2014), si bien no ha mostrado diferencias significativas frente al grupo control, ni en la reducción de sesgos de interpretación, ni en los síntomas de depresión y ansiedad de los participantes.

La reducida viveza de la imaginación positiva sobre el pasado y el futuro en las personas con depresión (Holmes, Lang, Moulds y Steele, 2008; Morina, Deeprose, Pusowski, Schmid y Holmes, 2011), unido a su estilo rumiativo, llevó a Holmes y colaboradores (2006) a diseñar una variante de la MSC-I. Parte del paradigma de Mathews y Mackintosh (2000), pero se basa en la aplicación de la imaginación para modificar los sesgos interpretativos (MSC-I basado en imaginación; Imagery focused CBM-I). La aportación de este procedimiento es la instrucción a los sujetos de crear una imagen mental de cada escenario ambiguo presentado "como si lo viesen con sus propios ojos" (Holmes, Mathews, Dalgleish y Mackintosh, 2006), evaluando posteriormente la viveza de la imagen mental alcanzada. Los primeros trabajos realizados con este entrenamiento en pacientes clínicamente deprimidos han mostrado resultados positivos en las medidas de sesgos de interpretación y de estado de ánimo, siendo superiores a los resultados de los grupos control al acabar el entrenamiento (Blackwell y Holmes, 2010; Lang, Blackwell, Harmer, Davison y Holmes, 2012; Torkan et al., 2014). Sin embargo, el último trabajo de este grupo de investigación, que ha sido un ensayo clínico aleatorizado con una amplia muestra, no ha encontrado dichas diferencias entre el grupo de intervención y el control (Blackwell et al., 2015). Una variante utilizada del MSC-I basado en imaginación ha resultado de su combinación con la terapia cognitivo-conductual (TCC) por internet. Un ensayo clínico aleatorizado ha arrojado resultados superiores del grupo de intervención combinada, frente al grupo control y al de entrenamiento MSC-I aislado, tanto en síntomas depresivos como en el cambio clínicamente significativo (Williams, Blackwell, Mackenzie, Holmes y Andrews, 2013). Aunque se trata del primer estudio en este sentido, abre las puertas al enriquecimiento de los tratamientos eficaces disponibles al combinarlos con procedimientos de MSC.

Los trabajos comentados revelan los efectos superiores de proporcionar instrucciones que guíen al sujeto para que imagine los escenarios presentados, frente a no guiar hacia ningún tipo de procesamiento (Menne-Lothman et al., 2014). Probablemente en ausencia de instrucciones, las personas con depresión tienden a procesar los estímulos a través de su estilo de procesamiento habitual, es decir, de forma verbal y rumiativa (Koster, Lissnyder, Derakshan y De Raedt, 2011), lo que parece dificultar que se beneficien del entrenamiento (Holmes, Lang y Shah, 2009). Otro aspecto relevante es que los entrenamientos que van proporcionando información (feedback) al participante sobre su rendimiento en la tarea suelen alcanzar mejores resultados que los que no lo hacen (Hallion y Ruscio, 2011; Menne-Lothman et al., 2014). Por otra parte, una presentación combinada de ítems de interpretación positivos y negativos mejora los resultados a nivel cognitivo (Menne-Lothman et al., 2014) y parece ser más eficaz el procedimiento estándar de ofrecer alternativas positivas de interpretación que pedir a los participantes con depresión que generen sus propias alternativas personales (Rohrbacher, Blackwell, Holmes y Reinecke, 2014). Además, se ha visto necesario que los escenarios presentados en los entrenamientos sean en un inicio ambiguos para que se adquiera el sesgo de interpretación consistente con la valencia emocional de éstos (Clarke, Notebaert y MacLeod, 2014). Por consiguiente, resulta oportuno seguir delimitando las características que hacen a los procedimientos más eficaces para modificar las interpretaciones depresivas.

Entrenamiento en concreción (MSC-Concreción)

Otra línea de investigación de la MSC es el entrenamiento en concreción (CNT, Concreteness Training), cuyo objetivo es reducir la tendencia a procesar la información autorreferente de forma sobregeneralizada y abstracta de las personas con depresión (Williams, 1996). El entrenamiento consta de una sesión de entrenamiento sobre el procesamiento concreto de la información (p. ej., focalización en los detalles sensoriales, atención a las características distintivas del contexto), seguida de sesiones guiadas por una grabación de los ejercicios realizados. Como se puede observar, este entrenamiento no persigue un cambio de valencia del procesamiento (de hecho se incluye el mismo número de escenarios y recuerdos positivos y negativos), como en general hacen los procedimientos de MSC, sino un aumento del procesamiento concreto en general. Esta variante ha sido combinada con el entrenamiento en relajación con resultados superiores al entrenamiento en relajación aislado, a un tratamiento habitual, y a la no intervención (Watkins et al., 2012; Watkins, Baeyens y Read, 2009; Watkins y Moberly, 2009). No obstante, la aplicación del entrenamiento combinado con relajación no permite dilucidar la especificidad de los resultados obtenidos, lo que hace necesarios estudios de desmantelamiento. En este sentido, Mogoaşe, Brăilean y David (2013) aplicaron una adaptación de este procedimiento exclusivamente online y despojada de otros componentes a participantes disfóricos. Comparado con el grupo control, el entrenamiento tuvo mejores resultados en el aumento del procesamiento concreto, pero no en la reducción de síntomas depresivos y rumiación, por lo que se plantean dudas sobre su eficacia general. No obstante, algunos autores consideran que investigadores independientes han de continuar la investigación para validar esta intervención (Cristea et al., 2015).

Discusión

En este trabajo se ha efectuado una revisión panorámica de los nuevos procedimientos que, bajo el nombre genérico de Modificación de Sesgos Cognitivos (MSC), se están desarrollando con el objetivo de modificar los sesgos cognitivos que subyacen a algunos trastornos psicopatológicos. Aunque desde su inicio, a principios del siglo XXI (Mathews y Mackintosh, 2000), la mayoría de trabajos publicados sobre MSC se ha centrado en la ansiedad (Hakamata et al., 2010; Hallion y Ruscio, 2011; Mogoaşe et al., 2014), comienza a haber un número creciente, aunque pequeño, de estudios que persiguen modificar estos patrones cognitivos sesgados en la depresión, que es el objeto de la presente revisión.

La MSC tiene la peculiaridad de intentar abordar de modo directo la modificación de los sesgos cognitivos. Esto es relevante ya que se trata de intervenciones derivadas de la investigación experimental en psicopatología, que persigue validar modelos teóricos causales. Este tipo de aproximación es esencial para la comprensión profunda de las causas de los trastornos mentales (Teachman, Drabick, Hershenberg, Vivian, Wolfe y Goldfied, 2012). Si el cambio de sesgos cognitivos es posible mediante MSC y si esto a su vez modifica los síntomas, supondrá un avance en la comprensión de los mecanismos causales de la cognición y emoción. De ahí la relevancia teórica, y no sólo aplicada, de estos procedimientos.

Entre los estudios meta-analíticos que han introducido muestras de participantes con depresión, algunos indican que los cambios resultantes del entrenamiento son menores que en el caso de los problemas de ansiedad (Hallion y Ruscio, 2011; Mogoaşe et al., 2014), aunque el más reciente de Cristea et al. (2015), circunscrito a ensayos clínicos aleatorizados (RCT), concluye que los tamaños del efecto, sin correcciones posteriores por posibles sesgos de publicación, son semejantes para ambos tipos de problemas. En cualquier caso, se trata de tamaños del efecto pequeños o moderados. Aparte de que los estudios sobre depresión son aún relativamente escasos y apenas existen estudios clínicos, el reducido efecto hallado podría deberse a otros factores. Quizás los entrenamientos en MSC de tipo más repetitivo (como suele ser el caso de la MSC-A) pudieran ser más adecuados para los trastornos de ansiedad, los cuales conllevan alteraciones en el procesamiento de la información en procesos muy tempranos y automáticos, que para la depresión, más sujeta a procesos controlados y en la que otros elementos más reflexivos pueden estar en juego (Vázquez y Hernangómez, 2009). De hecho, en el meta-análisis de Mogoaşe et al. (2014) se incluyen sólo seis estudios de MSC-A efectuados con participantes con depresión y no se hallan cambios significativos en síntomas. En este caso, la MSC-I podría ser una alternativa más adecuada. Pero, hasta donde sabemos, no existen estudios de la eficacia comparada de modalidades de MSC para un mismo trastorno. En los últimos años ha crecido el interés por el estudio combinado de diferentes sesgos cognitivos, por ejemplo de sesgos de interpretación y memoria (Salemink, Hertel y Mackintosh, 2010; Tran, Hertel y Joormann, 2011), bajo el supuesto de que diferentes sesgos cognitivos puedan estar interconectados (Everaert, Duyck y Koster, 2014). Por lo tanto, sería razonable diseñar entrenamientos con el objetivo de modificar de forma secuencial o combinada diversos sesgos (Brosan, Hoppitt, Shelfer, Silence y Mackintosh, 2011). Es interesante, en este sentido, que en el ámbito de la ansiedad, algunos datos sugieren que la MSC-I es mejor aceptada por los participantes (Beard, 2011) que la MSC-A (Brosan et al., 2011), aunque en esos estudios ambas fueron igualmente efectivas en la reducción de síntomas. Pero esta es una área aún inexplorada.

Desde hace ya algunos años, Alan Kazdin viene publicando una serie de influyentes trabajos sobre la necesidad de ampliar el espectro de intervenciones en psicoterapia para hacerlas más accesibles y eficaces (Kazdin y Blase, 2011). Parte de este esfuerzo debe provenir de usar métodos de intervención a través de Internet, smartphones, etc. (Kazdin y Rabbitt, 2013), junto con la necesaria mejora de los tratamientos ya existentes. Los procedimientos de MSC pueden integrarse bien en esta dirección. Por un lado se están desarrollando apps para poder trabajar en la modificación de sesgos (Enock y McNally, 2013) y de hecho muchos de los procedimientos existentes están implementados a través de plataformas o programas informáticos que permiten su uso desde el domicilio.

En relación con esto último, otro aspecto de relevancia de la MSC es su potencial uso como herramienta de prevención de psicopatología, especialmente en la infancia y la adolescencia. El uso de procedimientos de aprendizaje asociativo, acompañados cuando sea posible de nuevas tecnologías, puede hacer que esta sea una área fructífera de intervención en el futuro (Lau, 2013). Grafton et al. (2012) comprobaron que, tras un procedimiento de dot-probe para entrenar un sesgo hacia palabras positivas en participantes normales, los participantes tenían una respuesta emocional más positiva ante una tarea cognitiva (solución de anagramas), en la que se daba un feedback de que la habían completado con éxito. Por lo tanto, hay indicios de que algunos cambios cognitivos pueden mejorar la reactividad anímica ante experiencias posteriores de éxito. Y aunque queda un largo camino para trasladar este tipo de hallazgos a la práctica clínica, los resultados parecen prometedores.

Por otro lado, una vía de investigación inmediata es comprobar la utilidad de estos procedimientos no tanto como herramienta terapéutica aislada sino como componentes de intervenciones eficaces ya existentes. No obstante, la evidencia hasta el momento es poco concluyente. Por ejemplo, Boettcher, Hasselrot, Sund, Andersson y Carlbring (2014) han hallado que en el tratamiento de la ansiedad social, un procedimiento de MSC-A no añade ninguna mejoría a los participantes en un programa de terapia conductual estándar a través de Internet. En otro caso, la combinación de TCC y MSC-A frente a la TCC combinada con relajación no arrojó resultados superiores en una muestra con fobia social (Shechner et al., 2014). Sin embargo, como se ha indicado previamente, la combinación de MSC-I con TCC sí ha mostrado ser superior al entrenamiento MSC-I aislado y a la no intervención en población con depresión (Williams et al., 2013). Además, un entrenamiento atencional hacia caras felices vs. de enfado (usando un procedimiento de dot probe), previo a una terapia para fobias infantiles, parece aumentar el efecto de dicha terapia (Waters et al., 2014). Pero, en cualquier caso, la evidencia es aún muy reducida para extraer conclusiones en un sentido u otro.

El desarrollo de la MSC está aún en una fase inicial y hay un gran recorrido hacia su mejora y aplicabilidad. Por ejemplo, en el caso de la MSC-I en trastornos emocionales, el meta-análisis de Menne-Lothmann et al. (2014) indica que el procedimiento es efectivo para reducir tanto sesgos como sintomatología y que los resultados son mejores para las mujeres. Asimismo, algunos estudios concluyen que la MSC es más eficaz en personas con depresión leve (Baert, De Raedt, Schacht y Koster, 2010; Yiend et al., 2014). Todo esto sugiere que aún queda un largo camino para buscar los procedimientos más eficaces para cada condición clínica.

Una característica típica de los procedimientos existentes es que, en general, son muy mecánicos, repetitivos y aburridos. Por tanto, no es sorprendente que en un porcentaje relativamente elevado de ensayos los individuos no presten atención (p. ej.: Koster, Baert, Bockstaele y de Raedt, 2010). Dado que en la mejora del aprendizaje humano es esencial proporcionar feedback sobre las respuestas del individuo (Hays, Kornell y Bjork, 2010), los procedimientos de entrenamiento deberían incluir en la medida de lo posible feedback sobre el rendimiento del participante en tiempo real. Esto no ocurre en la mayor parte de los estudios de entrenamiento a pesar de que la evidencia existente sugiere que este factor potencia la reducción de los sesgos cognitivos, aunque quizás no sea tan relevante para la mejora del estado emocional (Menne-Lothmann et al., 2014). Otro aspecto que todavía queda por esclarecer es si es conveniente que el individuo conozca la contingencia del entrenamiento. No existe consenso en torno a si estos entrenamientos han de basarse exclusivamente en procesos automáticos o si el control cognitivo puede potenciar la transferencia de los aprendizajes alcanzados (p.ej., Krebs, Hirsch y Mathews, 2010).

El reto de cualquier intervención clínica es ajustarse a las necesidades del paciente. En general, las intervenciones de MSC no han tenido en cuenta si los participantes, en efecto, muestran un sesgo cognitivo previo al entrenamiento. Esto sería importante no sólo para evaluar mejor el cambio cognitivo, sino incluso para seleccionar a aquellos pacientes que pueden beneficiarse más de un entrenamiento de esta naturaleza (MacLeod y Mathews, 2012). La falta de selección puede explicar la baja correlación hallada en varios meta-análisis entre la magnitud del cambio cognitivo y los cambios en síntomas tras procedimientos de MSC-A (Mogoaşe et al., 2014; Cristea et al., 2015). De hecho, los modelos de vulnerabilidad cognitiva en psicopatología postulan que los factores cognitivos son suficientes para el inicio o mantenimiento de la patología pero no son factores etiológicos necesarios (Beck, 1976). En otras palabras, hay personas con depresión o ansiedad que pudieran no presentar distorsiones o sesgos cognitivos significativos y en las que, por tanto, las intervenciones MSC pueden ser infructuosas. Pero esto es algo que también requiere más investigación.

En definitiva, los procedimientos de MSC ofrecen una vía prometedora para explorar los mecanismos causales entre cognición y emoción y abren nuevos caminos para la prevención y la intervención complementaria de trastornos psicopatológicos como la depresión. Pero es un campo que se encuentra en un estado aún muy inicial. Pocos estudios de entrenamiento analizan específicamente el papel mediacional del cambio en el sesgo cognitivo en el cambio terapéutico (i.e., entrenamiento cambio en el sesgo cambio en síntomas), aunque de los pocos que efectúan esta prueba estadística para respaldar el modelo cognitivo subyacente a la intervención, la mayoría encuentra alguna mediación significativa ya sea sobre los síntomas o sobre algún otro resultado (ej.: variables psicofisiológicas) -ver el meta-análisis de Cristea et al. (2015). Como hemos señalado, se requieren muchos más estudios (especialmente clínicos), y con procedimientos que optimicen las intervenciones aplicadas.

Si bien para algunos autores como Emmelkamp (2012) los procedimientos de MSC no añaden nada clínicamente útil y deben ser abandonados, nos parece más sensato, como sugieren otros autores (Clarke et al., 2014; Hertel y Mathews, 2011), perseverar en esta línea de investigación para fijar las condiciones de utilidad de estos nuevos procedimientos y, sobre todo, efectuar ensayos clínicos aleatorizados escrupulosos con participantes clínicos y muestras grandes (Cristea et al., 2015). Creemos que merece la pena el esfuerzo, pues en principio se trata de opciones poco costosas y accesibles, ya que requieren una mínima supervisión, son flexibles y poco demandantes para el participante (Yiend et al., 2014). No obstante queda aún por averiguar cuestiones tan importantes como la dosis óptima del tratamiento, su ubicación idónea como intervenciones complementarias (i.e., en qué momento incluirlos en una terapia estándar, por ejemplo cognitivo-conductual), las modalidades más efectivas cuando se comparan entre ellas (p. ej.: MSC-A vs MSC-I), los tipos de estímulos más eficaces (p. ej.: palabras vs. imágenes), y su forma de presentación (p. ej.: visual o auditiva), cómo potenciar la generalización de los aprendizajes, o los mecanismos neurales implicados (Browning, Holmes y Harmer, 2010; Heeren, de Raedt, Koster y Philippot, 2013). Junto a estos retos particulares, estas intervenciones se enfrentan al reto común de las psicoterapias de comprobar su efectividad a largo plazo, su efectividad frente a tratamientos de control y placebo bien diseñados y, en el caso de la depresión, su contribución a reducir recaídas y recurrencias. En todo caso, se abre un nuevo panorama en la investigación clínica y experimental que merece la atención de académicos y profesionales.

 

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(Rec: 10 abril 2015 / Acept: 17 junio 2015)

* Correspondencia: Carmelo Vázquez, Facultad de Psicología, Universidad Complutense. Campus de Somosaguas 28223, Madrid (España) Tel: + 34 91 394 31 35, Fax: + 34 91 394 31 89, e-mail: cvazquez@psi.ucm.es

Agradecimientos:
Este trabajo ha sido financiado por el Ministerio Español de Economía y Competitividad (MINECO), a través del proyecto I+D (PSI2012-35500), y la Red de Excelencia PROMOSAM financiada por el MINECO (PSI2014-56303-REDT), así como por las becas BES-2010-030840, FPU12/02342 y BES-2013-064936.

 

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