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On-line version ISSN 0718-0764

Inf. tecnol. vol.33 no.2 La Serena Apr. 2022

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-07642022000200321 

ARTICULOS

Liderazgo y autoridad en la resolución de problemas complejos: hacia un método de gestión

Leadership and authority in solving complex problems: towards a management method

Jaime A. Riquelme-Castañeda1 

Alberto E. Meza-Martínez1 

Roberto J. Carvalho2 

1 Centro de Liderazgo, GEIN RIU-LID, Universidad Finis Terrae, Providencia, Santiago, Chile. (correo-e: jriquelme@uft.cl: ameza@uft.cl)

2 Departamento de Administración de Empresas, Universidad de Chile, Santiago, Chile. (correo-e: rcarvalho@fen.uchile.cl)

Resumen:

En este trabajo se analiza, desde una perspectiva conceptual, el liderazgo y la autoridad como factores de la resolución de problemas complejos. Se realiza una agregación teórica de ambos conceptos y se ofrece un camino para futuras investigaciones que avancen hacia un método de gestión organizacional que los incorpore. Se recurre a fuentes de información cuyo análisis favorece una propuesta teórica preliminar que relaciona ambos conceptos desde diferentes dimensiones. Como resultado, se propone un método integrador de liderazgo y autoridad que sugiere relaciones entre ambos conceptos desde las características del problema, de la organización, de la toma de decisiones y de las relaciones interpersonales. Los resultados muestran un probable vínculo entre el liderazgo y la autoridad en la resolución de problemas complejos, encontrando, a partir de la metodología empleada, una asociación de naturaleza teórica. Se concluye que el liderazgo y la autoridad son constructos equivalentes e integrados en la resolución de diferentes tipos de problemas: mansos, perversos y crisis.

Palabras clave: liderazgo; autoridad; problemas; mansos; perversos; crisis

Abstract:

This study aims to examine, from a theoretical point of view, leadership and authority as key factors in problem solving. Both concepts are integrated theoretically to offer new paths for future research on new methods of organizational management. Data is gathered from information sources that favor a preliminary theoretical proposal that links both concepts from different dimensions. As a result, an integrated model of leadership and authority is proposed that suggests links between both concepts depending on the characteristics of the problem, the organization, the decision-making process, and interpersonal relationships. The results show a possible link between leadership and authority in the resolution of complex issues, which based on the methodology applied, is a theoretical association in nature. It is concluded that leadership and authority are equivalent and integrated constructs in the resolution of different types of problems: tame, wicked, and crisis.

Keywords: leadership; authority; tame problems; wicked; crisis

INTRODUCCIÓN

La pandemia global por Coronavirus en 2020 ha expuesto los límites de la economía de mercado y de los sistemas de salud y ha amenazado con hundir incluso aquellas sociedades más igualitarias (Grint, 2020). Es una demostración de la complejidad que puede afectar a los ejecutivos de cualquier tipo de organización. Las contradicciones e incertidumbres, propias de la complejidad, pueden ser abordadas por las organizaciones si se comprenden los tipos de problemas y cuáles serían las herramientas más adecuadas (Fraher y Grint, 2016; Grint, 2005). De esta manera, primero se propone aclarar la complejidad del entorno, clasificando los problemas en: mansos, aquellos que tienen causas y efectos conocidos y solución total; perversos, los de múltiples causas, efectos inciertos y solución parcial; y crisis, aquellos quiebres en el entramado social que ponen en riesgo la existencia de la organización (Grint, 2005). Segundo, se propone comprender el liderazgo y la autoridad como constructos, de alguna manera, relacionados y poco integrados por la literatura, y utilizarlos según el tipo de problema. Así, se propone un método preliminar que distingue qué dimensiones evaluar en las organizaciones en términos de liderazgo y autoridad para contribuir a la resolución de problemas complejos.

El liderazgo y la autoridad pueden integrarse desde el punto de vista de las herramientas que existen para resolver problemas: la gestión (diseño e implementación de procesos), el mando (respuestas e instrucciones) y el liderazgo (preguntas y escucha activa) (Grint, 2005). La gestión y el mando son herramientas asociadas a la recompensa y dan buenos resultados en contextos de estabilidad e inmediatez, respectivamente. Es nuestra hipótesis que, dada las definiciones conceptuales, la gestión y el mando pueden estar relacionados con la autoridad. El liderazgo es una herramienta asociada a la inspiración que da buenos resultados en contextos de inestabilidad, mediatez y complejidad (Uhl-Bien et al., 2007). De esta manera, la hipótesis central es que el liderazgo y la autoridad son constructos relacionados y que este último tiene a la gestión y el mando como habilidades asociadas. El presente artículo apunta a la creación teórica de un constructo de liderazgo y autoridad para la resolución de problemas complejos.

Comprender los problemas que afectan a una organización y aplicar las herramientas más adecuadas para resolverlos es un desafío (Fraher y Grint, 2016; Grint, 2005). Así también, combinar juiciosamente la gestión, el mando y el liderazgo es una necesidad, que no es simple de abordar, dado que los ejecutivos necesitan por un lado ejercer el liderazgo en su relación con las personas, al mismo tiempo, ejercer la gestión para mantener los recursos y procesos en funcionamiento y, además, estar en condiciones de ejercer el mando según lo amerite el contexto. En esta línea, la pandemia por Coronavirus ha enseñado de que es especialmente necesario cautelar de que el ejercicio del mando, y por tanto de la autoridad, sea ejercido cuidadosamente a nivel de las organizaciones y también de los países (Grint, 2020). Es importante avanzar en el desarrollo de métodos que favorezcan la aplicación adecuada del liderazgo y la autoridad según el contexto.

Esta pandemia por Coronavirus, que ha significado una crisis global, podría llegar a cambiar la forma en que las personas se relacionen y hagan negocios (Bullemore-Campbell y Cristóbal-Fransi, 2021). Las organizaciones necesitan prepararse para estos nuevos desafíos y, por tanto, los ejecutivos requieren de nuevos métodos, herramientas y competencias para agilizar y mejorar la efectividad en la resolución de los problemas complejos. Un método de gestión que integre el liderazgo y la autoridad se hace necesario para resolver los problemas complejos que están afectando a todo tipo de organizaciones.

METODOLOGÍA

La estructura del presente artículo toma como referencia el artículo de Crawford y Kelder (2019) donde el resultado de la revisión de la literatura se organiza en los constructos que serán evaluados y son considerados parte de los resultados del artículo. Por lo tanto, el presente artículo plantea una revisión no iterativa de la literatura relevante para los constructos de problemas, de liderazgo y de autoridad. La idea de que el liderazgo contribuye a la resolución de ciertos tipos de problemas (Riquelme-Castañeda et al., 2020) orienta la búsqueda a partir de los tipos de problemas y su caracterización; luego se aborda el liderazgo enfocándose exclusivamente en la teoría de rango completo dado el enfoque integrador que éste tendría para abordar la multiplicidad de teorías de liderazgo (Antonakis y House, 2013). Respecto a la revisión del concepto de autoridad, se estima que no es un área extensamente desarrollada por lo que se incluye una revisión más amplia de la literatura, abarcando artículos y libros en ciencias políticas, economía política, psicología aplicada, comunicación organizacional y antropología; esto obliga a elaborar una definición propia del concepto que espera testearse de manera empírica posteriormente. Las bases de datos utilizadas son Google Schoolar, Scopus y Ebsco.

RESULTADOS

A continuación, se presenta una propuesta de método integrador de liderazgo y autoridad que sugiere relaciones entre ambos conceptos desde las características del problema, de la organización, de la toma de decisiones y de las relaciones interpersonales:

Método integrador de liderazgo y autoridad

La autoridad y el liderazgo serían dos herramientas diferentes que integradas harían posible que las personas y las organizaciones solucionen problemas complejos. ¿Cómo establecer una relación entre el liderazgo y la autoridad para poder gestionarlos adecuadamente dependiendo del tipo de problema enfrentado? Nuestra propuesta de método es que sería posible, en primer lugar, medir cada constructo por sí mismo y gestionarlos de acuerdo con cuatro características: del problema, de la organización, de la toma de decisiones y de las relaciones que se establecen entre los ejecutivos y los miembros del equipo. La Tabla 1 resume el método y a continuación se presenta una explicación (ver Tabla 1).

Tabla 1 Método integrador de liderazgo y autoridad. 

Características del problema

La primera dimensión del método contempla el análisis del tipo de problema que se necesita resolver. El liderazgo favorece la resolución de los problemas perversos y la autoridad, a través de la gestión y el mando, favorecería la resolución de los problemas mansos y las crisis, respectivamente (Taylor y Van Every, 2014; Grint, 2005). En un rápido análisis, el ejecutivo necesita identificar qué tipo de problemas enfrenta. En caso de encontrarse ante un problema perverso, necesitaría enfatizar el liderazgo como la prescripción adecuada. Así, la organización podría abordar, de la mejor manera posible, los problemas más difíciles de comprender y de resolver. Cuando el tipo de problema enfrentado es de tipo manso (que se puede resolver en su totalidad utilizando una técnica de gestión específica) o crisis (amenaza la supervivencia e integridad de la organización), el ejecutivo sabría que la prescripción a emplear sería la autoridad. Esto permite avanzar a la siguiente dimensión del método, la comprensión de la configuración organizacional.

Características de la organización

La segunda dimensión del método contempla comprender que la autoridad y el liderazgo se pueden analizar desde tres subdimensiones: la función, el tipo de estructura organizacional óptima y la cultura en que dan mejores resultados. Dentro de la función, se considera que el liderazgo haría posible que la organización se adapte oportunamente a los desafíos que depara el futuro. Mientras tanto, la autoridad tiene por función que dicha adaptación se logre con estabilidad. Así, los ejecutivos de las organizaciones utilizarían el liderazgo para generar los cambios que se necesitan de acuerdo con una visión determinada y la autoridad para asegurar la continuidad de la organización.

En el tipo de estructura, existen tres opciones: la jerarquía cooperativa (para problemas perversos), la gerencia coordinada (para problemas mansos) y la autocracia aislada (para crisis) (Whitley, 2003). Los diferentes tipos de problemas y la anticipación con la cual necesitan ser tratados implicaría el uso permanente o temporal de alguna de estas configuraciones organizacionales (Whitley, 2003). La jerarquía cooperativa, que representa una toma de decisiones compartida, sería una estructura apropiada para resolver un problema perverso. Esta jerarquía cooperativa se lograría mediante la delegación de la toma de decisiones y de responsabilidades a personal capacitado distinto de la jerarquía tradicional, promoviendo así el liderazgo entre personas cuyas funciones están delimitadas en una burocracia tradicional. La gerencia coordinada, que representa una autoridad delegada en un cuerpo de gerentes, sería adecuada para resolver un problema manso, a través de la creación de un proceso o de una mejora continua. La autocracia aislada, que representa la autoridad concentrada, sería adecuada para una crisis en desarrollo. En la gerencia coordinada y en la autocracia aislada, el ejecutivo necesitaría tener en cuenta el ejercicio de la autoridad para resolver problemas mansos y crisis, respectivamente; esto se puede lograr concentrando el poder de la toma de decisiones en pocas personas o estableciendo procedimientos burocráticos de toma de decisiones. En la jerarquía cooperativa, necesitaría del liderazgo para resolver los problemas perversos; esto lo lograría ofreciendo a los colaboradores la facultad de tomar decisiones sin necesidad de cambiar la estructura formal u organigrama de la organización (Grint, 2005; Whitley, 2003).

Finalmente, corresponde analizar la cultura. La cultura colaborativa es propia de organizaciones en las que se comparten los objetivos y la competitiva, en las que se monopolizan como parte de una lucha por el posicionamiento al interior de la organización (Bass y Riggio, 2006). El liderazgo es una herramienta más adecuada para una cultura más colaborativa en la que se necesita aunar ideas y esfuerzos para resolver problemas futuros y complejos (Bass y Riggio, 2006; Bass, 1997). La autoridad sería una herramienta más adecuada para una cultura más competitiva en la que se necesita el cumplimiento de las funciones contratadas y de las normas establecidas (Bass y Riggio, 2006; Bass, 1997). Las organizaciones pueden compartir ambas culturas y el uso de la autoridad y del liderazgo podría ser necesario, simultáneamente, en una misma organización. El liderazgo favorecería más aquellas áreas en las que se requiere planificar, innovar y crear; la autoridad, aquellas en las que se requiere operar, comprar, vender y asegurar las metas. Los ejecutivos que promueven el liderazgo y la autoridad favorecerían el éxito de una amplia diversidad de áreas tanto de innovación como de operaciones.

Toma de decisiones

La tercera dimensión del método es la toma de decisiones. Este es un proceso clave para resolver problemas complejos y su legitimidad, es decir, su aceptación como conveniente por parte de la sociedad en la que se encuentra inmersa estará dada por el cargo y la pericia, en el caso de la autoridad, y por la delegación de facultades y la influencia en el caso del liderazgo. De esta manera, un ejecutivo podría comprender que las decisiones tomadas por la autoridad, ante una crisis o un problema manso, tienden a ser reconocidas en la medida que exista un cargo que las respalde y una pericia en el tema de la decisión adoptada, respectivamente. Así también, podría comprender que la valoración de una decisión por parte de la organización y la sociedad, ante un problema perverso, estaría dada en la medida de que haya existido una delegación de facultades para actuar descentralizadamente y una influencia adecuada para aunar esfuerzos voluntarios (Bass y Riggio, 2006; Grint, 2005). Los ejecutivos que promueven el liderazgo y la autoridad favorecerían la legitimidad de las múltiples decisiones que se toman en la resolución de problemas complejos.

En el proceso de toma de decisiones el tiempo es también un elemento relevante en la aplicación de este método. Para el caso de la autoridad, se considera que existe un escaso tiempo para la toma de las decisiones. Una crisis, y su alto potencial de daño, presiona a los decisores a actuar con inmediatez (Fien y Wilson, 2014; Grint, 2005). En una crisis el tiempo disponible para decidir es escaso y, para evitar que el daño se acreciente y se mitiguen sus efectos a la brevedad, no existe espacio para invitar a participar de la decisión (Grint, 2005). Si bien un problema manso no reporta una amenaza a la organización, para lograr la eficiencia y la competitividad, se exige agilizar la toma de decisiones y reducir los tiempos de respuesta (Bass y Riggio, 2006; Grint, 2005; Bass et al., 2003). En el caso del liderazgo, es posible decir que se cuenta con tiempo suficiente. Un problema perverso, que puede producir alto daño si se posterga su resolución, no cuenta con una base de conocimientos ni con un proceso que apoye la decisión y exige, sobre la base de preguntas, abrir un diálogo que requiere de un tiempo suficiente (Grint, 2005). En estos casos, los decisores comparten la toma de decisiones y estimulan intelectualmente a los colaboradores, fomentando la creatividad y la innovación (Bass y Riggio, 2006; Bass, 1997). El liderazgo favorecería la efectividad de las decisiones cuando se cuenta con el tiempo suficiente para solucionar un problema perverso y la autoridad, cuando el tiempo es escaso. Por lo tanto, los ejecutivos requieren tener en cuenta la dimensión temporal para decidir si es adecuado aplicar el liderazgo (tiempo suficiente) o la autoridad (tiempo escaso).

Características de las relaciones

Las relaciones interpersonales son la cuarta y última dimensión del método que se propone. Éste considera que la forma en que el ejecutivo se relaciona con sus equipos varía dependiendo de si necesita ejercer la autoridad o el liderazgo. La autoridad puede utilizar los modelos relacionales de (a.) Relaciones de jerarquía, estableciendo distancias jerárquicas (por ejemplo, mediante la expresión “el jefe soy yo y me hago cargo de que las decisiones sean tomadas y ejecutadas”; (b.) Relaciones de equidad, buscando establecer criterios de justicia como adecuada distribución de las responsabilidades (por ejemplo, a través de la expresión “esta vez nos encargamos nosotros de sacar el trabajo extra y la próxima vez puede ser el otro grupo”; y (c.) Relaciones de conveniencia, mediante el establecimiento de procedimientos o de buscar el mayor bienestar posible para la mayor cantidad de personas (por ejemplo, con la expresión “entiendo que desees permisos especiales, pero las normas de la empresa indican que los permisos están limitados para ciertas ocasiones y por razones familiares”). Respecto al liderazgo, el modelo relacional preponderante sería el de (d.) Relaciones de comunidad, buscando encontrar aquellos elementos en común que posee con el resto del equipo (en un diálogo el ejecutivo preguntaría, por ejemplo, “¿te gusta el fútbol? - NO-. ¿Tienes alguna afición? - Me gustan los juegos de mesa - responde el colaborador-. A mí también, me gusta el ajedrez”) (Haslam, 2004).

El siguiente elemento de esta dimensión de relaciones se refiere al número de personas involucradas. La autoridad es una noción que remite a un tercero abstracto (Taylor y Van Every, 2014) (ej.: gerente general es un cargo y una persona que es creada dentro de la organización tanto por quien ejerce el cargo, como por las narrativas que se crean de él por parte del resto de la organización o el resto de la sociedad). Así, esta terceridad puede ser una persona, con una jerarquía determinada, una norma o un proceso. Por lo tanto, en la autoridad, la relación establecida es tríadica. Por el contrario, en el caso del liderazgo, el número de personas involucradas es solamente dos: el líder y el colaborador. Es decir, en el liderazgo la influencia se ejercería en una relación cara a cara y es por ello por lo que toma relevancia el uso de los elementos que se tienen en común para lograr ejercer influencia en otros.

DISCUSIÓN

A continuación, se presenta un análisis y discusión de los resultados desde los tipos de problemas (mansos, críticos y perversos), el liderazgo de rango completo en su relación con la cultura organizacional y el horizonte de tiempo y la autoridad en su dimensión organizacional y de los individuos:

Tipos de problemas

Los problemas de la complejidad se pueden clasificar en mansos, perversos y críticos (Grint, 2005). Los problemas mansos se caracterizan porque el conocimiento satisface la necesidad a través de procesos probados y puede hacerlo con eficiencia. Los problemas perversos, en cambio, se caracterizan porque la ciencia no permite establecer relaciones de causalidad y no existen procesos efectivos para solucionarlos. Los problemas críticos, por último, son problemas sorpresivos que exigen inmediatez (Grint, 2005).

Los problemas perversos legitiman el liderazgo, los mansos, la gestión y los críticos, el mando (Grint, 2005). La gestión y el mando se caracterizan porque el decisor, quien posee la atribución de decidir, acepta tomar una decisión y da respuesta con un proceso o una orden, respectivamente, en un plazo breve. En el caso de la gestión el decisor aplica el conocimiento y del mando, principalmente la experiencia según la inmediatez que exige el contexto. En las crisis y problemas mansos, la decisión tomada se basa en la autoridad como producto de la intuición y análisis del decisor, respectivamente, sin que necesariamente se comparta la toma de decisiones con los colaboradores. En ambos tipos de problemas la estructura de la toma de decisiones es eminentemente vertical, siendo el mando de mayor verticalidad que la gestión. En los problemas perversos, la decisión tomada se basa en el liderazgo como producto del diálogo y el consenso entre el decisor y los colaboradores, generándose una estructura más horizontal (Grint, 2005) (ver figura 1). A continuación, se describen mayores detalles de los tipos de problemas.

Fig. 1 Tipos de problemas y horizontalidad de la toma de decisiones. 

Problemas mansos

Los problemas mansos son recurrentes y pueden ser resueltos a través de mecanismos ya probados y por lo tanto se conectan con la gestión de los procesos organizacionales, requiriendo menor involucramiento de personas para solventarlos. Un problema manso puede ser complicado pero solucionable (Grint, 2005). En general, hay un nivel limitado de incertidumbre y pueden ser resueltos con herramientas de gestión. Un ejemplo sería la corrección de errores en un proceso productivo para implementar una metodología de excelencia operacional. Así, el rol del ejecutivo es proporcionar los procesos apropiados para resolver dicho problema.

Problemas críticos

Los problemas críticos son aquellos que surgen en situaciones de crisis. Son evidentes y urgentes y, por ende, no es posible solucionarlos mediante un proceso participativo porque el tiempo es insuficiente. Aunque en muchas situaciones las personas afectadas por una crisis no la comprenden totalmente, ni son capaces de identificar una solución inmediata, sus expectativas, en relación con los que están encargados de resolverla, es que puedan entregar una respuesta y una solución rápidamente (Fien y Wilson, 2014). Debido al hecho de que en una crisis hay muy poco tiempo para establecer planes estratégicos o miradas de largo plazo, los problemas críticos necesitan ser resueltos rápidamente por un mandante (autoridad) que provea una solución correcta del problema (Grint, 2020). Un ejemplo sería la solicitud de un crédito y los ajustes presupuestarios necesarios para resolver una crisis de liquidez.

Problemas perversos

Este tipo de problema es a menudo complejo porque se relaciona con factores contradictorios y las relaciones entre causa y efecto no son claras, y por ende no presenta una solución específica debido a su naturaleza siempre cambiante. Mientras la búsqueda de una solución para un problema manso es asignada a los expertos y de un problema crítico, a la autoridades responsables del mando, para problemas perversos no existen especialistas. La capacidad para manejar problemas perversos está distribuida en muchas personas. De hecho, la experticia y la ignorancia están distribuidas entre todos los participantes, eso porque nadie sabe más que ellos en virtud de su nivel de conocimiento o de su estatus. Un ejemplo sería la generación de un cambio cultural para promover una mayor colaboración en una organización. En estricto rigor, los más indicados para solucionar un problema perverso son generalmente los mismos afectados, y por tanto hay que involucrarlos en la búsqueda de la solución más adecuada (Grint, 2020; Fien y Wilson, 2014; Grint, 2005).

Los problemas perversos exigen un amplio involucramiento, confianza y empatía de los actores responsables y se caracterizan por cuatro propiedades (Conklin, 2006). La primera propiedad es que no se puede formular exhaustivamente, es decir, no es posible tener la información suficiente para resolverlo. La segunda propiedad es que no existe una regla de detención. Siempre es posible intentar una mejor resolución. Todo se desarrolla en base a los principios de la creatividad. La tercera propiedad es que no posee respuestas correctas o incorrectas sino más o menos adecuadas, toda vez que las decisiones sobre qué hacer y cómo hacerlo usualmente emergen en la incertidumbre. La cuarta propiedad es que puede ser considerado como un síntoma de otro problema. Lo complejo de esta propiedad es que no es recomendable eliminar un síntoma si no se garantiza la solución del problema (Conklin, 2006). En determinadas situaciones curar un síntoma puede ser peor que la enfermedad por lo que es necesario desarrollar una estrategia de resolución del problema perverso.

Liderazgo de rango completo

La teoría de liderazgo de rango completo, que integra los estilos de liderazgos transformacional, transaccional y “dejar hacer”, es la que cuenta con mayor cantidad de investigaciones (Dumdum et al., 2013). Se ha encontrado que los líderes que presentan características del estilo transformacional y transaccional pueden alcanzar un mejor desempeño. Asimismo, que esta teoría correlaciona positivamente con la motivación, el desempeño y la satisfacción laboral (Kanat-Maymon et al., 2020; Anderson y Sun, 2015; Laohavichien et al., 2009).

El estilo de liderazgo transformacional se refiere a lo que socialmente se entiende por liderazgo y el transaccional se relaciona más con gestión (Bass, 1997). El estilo de liderazgo transformacional se define como la operación que se realiza para solucionar problemas futuros o difíciles de percibir y se caracteriza por incentivar la adaptabilidad, asumir riesgos, buscar nuevas formas de trabajo y energizar al equipo para persistir cuando las condiciones son impredecibles, difíciles y estresantes, yendo más allá de lo establecido (Bass y Riggio, 2006; Bass, 1997). El estilo de liderazgo transaccional se define como la operación que se realiza para solucionar problemas presentes y se caracteriza por evitar el riesgo, limitar los tiempos, regular el proceso y controlar a los colaboradores en el logro de las metas, recompensando y disciplinando (Bass y Riggio, 2006; Bass et al., 2003; Bass, 1997). El dejar hacer es definido como la ausencia de liderazgo y falta de autoridad (Bass y Riggio, 2006) y no forma parte del método que se propone por los efectos nocivos para las organizaciones.

En los inicios de esta teoría se pensó que ambos estilos eran excluyentes, pero en la actualidad se sostiene que se potencian y que juntos producen un liderazgo efectivo. Esta sinergia, también conocida como el “efecto de aumento” (juntos mejor que separados) se conoce como liderazgo de rango completo (LRC). Los componentes del LRC son (i.) liderazgo transformacional: la influencia idealizada que se genera en los colaboradores quienes desean emular al líder, producto de las capacidades y otros atributos de éste como la perseverancia, resiliencia y coherencia que son consideradas dignas de admiración; la motivación inspiracional que es la capacidad de dar sentido a la experiencia de los colaboradores y presentar objetivos desafiantes; la estimulación intelectual que es la promoción de la creatividad y del abordaje novedoso de problemas tanto nuevos como antiguos; la consideración individualizada de las necesidades de los colaboradores, especialmente de desarrollo y autorrealización.

Los componentes del (ii.) liderazgo transaccional son: la recompensa contingente que es la gestión de incentivos o premios por logros; y la administración por excepción que es la corrección de errores en procesos. Finalmente, el (iii.) dejar hacer significa la inexistencia de liderazgo y autoridad. Si bien los siete componentes están presentes en un líder, se ha demostrado que una mayor frecuencia de los componentes de transformación, seguido por los componentes de transacción y una ausencia del componente dejar hacer conforman el estilo óptimo de liderazgo (Kindarto et al., 2020; Bass y Riggio, 2006).

Los estilos de liderazgo transformacional y transaccional explican la efectividad de una operación en situaciones de incertidumbre y estrés, por ejemplo, un proceso de transformación o innovación en una organización. Si bien el estilo transformacional tiene mayor impacto en el desempeño de una organización, el transaccional establece estándares y expectativas que son necesarias en este contexto (Tepper et al., 2018; Ahmad et al., 2018; Bass et al., 2003). En este tipo de situaciones, el estilo de liderazgo transaccional puede llegar a ser tan significativo en el desempeño como el estilo transformacional si la operación es de corta duración (Bass et al., 2003). A continuación, se presenta una revisión de los estilos de liderazgo transformacional y transaccional desde una dimensión cultural y temporal.

Cultura organizacional

El liderazgo transformacional, propio de una cultura organizacional más colaborativa en la que se comparten objetivos (Bass y Riggio, 2006), se caracteriza por un menor apego al estatus quo y se correlaciona positivamente con la innovación a nivel individual y de equipos, siendo esta relación mayor en sociedades con alta evitación de incertidumbre, por lo que se recomienda fortalecer este estilo de liderazgo para mejorar la innovación especialmente en dichas sociedades (Watts et al., 2019). Se ha encontrado también que aumenta el compromiso afectivo de los colaboradores con la organización, aunque dicha influencia es menos significativa cuando la toma de decisiones es centralizada (Peng et al., 2019). El liderazgo transaccional es propio de una cultura más competitiva en la que se lucha por el posicionamiento al interior de la organización y se caracteriza por un mayor apego al estatus quo (Bass y Riggio, 2006).

Horizonte de tiempo

Los componentes del LRC se manifiestan de manera diferente según la necesidad que tiene el líder de dirigir o de hacer participar a sus colaboradores de acuerdo con el horizonte de tiempo contemplado para la obtención de resultados. El liderazgo transformacional, aunque parezca ser contradictorio, puede ser directivo y el liderazgo transaccional, participativo (Bass y Riggio, 2006). Frente a problemas mansos o crisis, los líderes transformacionales pueden centralizar las decisiones y no ser participativos y, frente a problemas perversos, los líderes transaccionales pueden descentralizar las decisiones y no ser directivos. Lo anterior indicaría que los diferentes tipos de problemas requieren diferentes formas de organizarse, matizando con ello los estilos de liderazgo a ser utilizados.

En operaciones cuyo horizonte de tiempo es de larga duración, tales como un proceso de innovación o transformación, el estilo de liderazgo transformacional sería más relevante y se recomendaría una menor centralización de la toma de decisiones. En operaciones cuyo horizonte de tiempo es de corta duración, como por ejemplo la optimización de un proceso, el estilo de liderazgo transaccional tendría una influencia un poco mayor en el desempeño en comparación a si el horizonte de tiempo fuera de larga duración; en ese caso se recomienda una mayor centralización en la toma de decisiones (Peng et al., 2019; Watts et al., 2019; Bass y Riggio, 2006). Por lo tanto, el horizonte de tiempo influiría en el carácter directivo o no directivo del estilo de liderazgo transformacional y transaccional, así como en el grado de mayor o menor centralización de la toma de decisiones. Esto último sería relevante para el método que se propone, ya que la dimensión temporal correspondería a una subdimensión de la toma de decisiones y el grado de centralización sería considerado dentro de las características de la organización.

Autoridad

La literatura sobre autoridad permite elaborar una definición que es presentada a continuación. Autoridad es una función fundacional de las organizaciones que otorga legitimidad y derechos a aquellos que la ejercen y que permite a la organización mantener su estabilidad y continuidad en el tiempo, a la vez que adaptarse, aprender e innovar de acuerdo con sus necesidades (Whitley, 2003; Blass, 1999). Algunos autores sostienen que la autoridad no es poder ni persuasión necesariamente (Taylor y Van Every, 2014; Haslam, 2004). Sin embargo, para otros autores implica la obediencia de los subordinados en base a este derecho que ha sido asignado, ya sea por propiedad de la organización o por rango de competencias (Whitley, 2003; Blass, 1999).

El grado de autoridad varía según sea la configuración organizacional respecto a la confianza en el entorno institucional y al diálogo que se establece al interior de la organización (Taylor y Van Every, 2014; Whitley, 2003). Normalmente, las crisis organizacionales están asociadas a fallas en el proceso de dar continuidad a la organización a través de una narrativa común (Taylor y Van Every, 2014). Así también, a la dificultad de dar sentido a los eventos que amenazan la estabilidad de las identidades y de los roles, generando incertidumbre (Gacasan et al., 2016). La autoridad formal (dueños o principal) puede a su vez delegar autoridad real (agentes) cuando se busca el beneficio de liberar la carga de los primeros y de motivar a los segundos (Aghion y Tirole, 1997). A continuación, se presenta una revisión de autoridad en su dimensión organizacional e individual.

Dimensión organizacional de la autoridad

A nivel organizacional existen diferentes perspectivas para analizar la autoridad. En este apartado se abordarán las perspectivas institucional y de la constitución comunicativa de las organizaciones. En la perspectiva institucional, basada en la existencia de asimetría de información y la teoría de los agentes, se reconoce la existencia de una autoridad formal y una autoridad real (Aghion y Tirole, 1997). La autoridad formal es aquella que posee el derecho a decidir, mientras que la autoridad real es la que decide de facto. La autoridad formal, como su nombre lo indica, da forma a la estructura de la información dentro de la organización y la autoridad real es influenciada por ésta.

En la misma perspectiva institucional, el principal rol de la autoridad es la de mejorar las ventajas competitivas de las organizaciones y asegurar el cumplimiento de procedimientos, normativas y leyes (Whitley, 2003). En este sentido el desarrollo de las capacidades organizacionales se logra a través de dirigir a los colaboradores hacia tareas específicas y a través de compartir la autoridad. Se proponen además tres tipos de configuraciones organizacionales (Whitley, 2003): i) autocracia aislada, en la cual la autoridad está altamente concentrada en manos del dueño o principal, quien es administrador, y usualmente se delega a miembros de la familia cercana; ii) gerencia coordinada, es aquella en la que un gran porcentaje de la autoridad es delegada a la jerarquía gerencial y en ocasiones a personal altamente calificado y iii) jerarquía cooperativa, es aquella en que se comparte la autoridad considerablemente con el personal técnico y competente, especialmente respecto al desempeño de la tarea, la organización del trabajo y la dirección. Esta perspectiva institucional entrega gran importancia a la información (Aghion y Tirole, 1997) y a la confianza hacia las instituciones (Whitley, 2003), por lo que cobra sentido abordar el proceso de constitución de las organizaciones para comprender el mecanismo en que la autoridad puede construirse.

De acuerdo con la teoría de la constitución comunicativa de las organizaciones (CCO), estas se crean en la comunicación, lo que implica más que un simple flujo de información: es el acto mismo en que se crea a la organización (Schoeneborn et al., 2018). En este contexto, la CCO considera que la autoridad surge a partir de la acción organizativa de la comunicación y las fallas en la autoridad están relacionadas con fallas en el proceso de generar sentido dentro de esta. La autoridad no pertenece a nadie, ni tampoco nadie la posee. La autoridad corresponde a una terceridad abstracta que es la organización misma, cuyo sentido se construye en el día a día y cuando falla, se está en una crisis (Taylor y Van Every, 2014). La autoridad se genera en la medida que existe diálogo entre quienes ocupan cargos directivos y el resto de la organización. Este diálogo permite crear una narrativa común, legitimar la autoridad y dar continuidad a la organización. Es en este diálogo en el que se legitima la autoridad entre grupos e individuos (Taylor y Van Every, 2014).

La autoridad en los individuos

Como última instancia, la autoridad puede ser comprendida desde el nivel individual. En este nivel son importantes los estudios de obediencia, en los que se destaca que la autoridad es percibida como alguien quien tiene derecho a dar órdenes y, por lo tanto, hacia quien se siente la obligación de obedecer (Blass, 1999). La autoridad también da sentido a las acciones de los individuos, lo cual remite a la noción de construir significado en las organizaciones (Taylor y Van Every, 2014). La construcción de sentido tiene su fundamento en la utilización de “señales”.

Las señales son relaciones entre características u objetos-eventos, formadas en la memoria de los individuos, que sirven como modelo para seleccionar la información, dirigir la atención y reducir la carga cognitiva en el proceso de toma de decisiones (Gacasan et al., 2016). Se podría argumentar, por lo tanto, que la autoridad utiliza estas señales para ayudar a los miembros de la organización a dar sentido a los eventos mediante el diálogo y así validarlos en una comprensión compartida (Gacasan et al., 2016). El mecanismo (señales) que la autoridad utiliza en el proceso de crear sentidos compartidos es el mismo que sustenta la pericia (Gacasan et al., 2016). Así, es posible consolidar la idea de la existencia de una autoridad real dentro de las organizaciones basada en las capacidades técnicas (Taylor y Van Every, 2014; Whitley, 2003; Aghion y Tirole, 1997). Las señales serían un mecanismo que utilizan los expertos y que los lleva a convertirse en autoridad real en las organizaciones.

La resolución de problemas también implica una dimensión relacional. Según la teoría de Modelos Relacionales (Haslam, 2004), existen cuatro modelos con suficiente respaldo empírico de cómo las personas establecen sus relaciones interpersonales (Haslam y Fiske, 1999). Estos cuatro modelos son de carácter universal, variando el cómo se manifiestan según la cultura. Los cuatro modelos son: i.) Relaciones de comunidad, entendido como aquellas relaciones que se establecen desde los elementos que se tienen en común (ej.: pertenencia a una organización, educación en una universidad, colaboradores del mismo líder, responsabilidad en una tarea compartida); ii.) Relaciones de jerarquía, como las relaciones que se establecen desde la ubicación que tiene en una jerarquía (ej.: relaciones entre militares y en sistemas de estatus social); iii.) Relaciones de equidad, se refiere a las relaciones que se establecen en función de mantener la justicia en las relaciones (ej: hacer algo por turnos, seguir procedimientos y reglas, retribución por un trabajo extra) y iv.) Relaciones de conveniencia, entendido como las relaciones que se establecen basándose en ratios, los que no necesariamente son monetarios, competitivos, materialistas ni egoístas (ej.: estándares burocráticos establecidos en términos de costo beneficio, juicios utilitaristas acerca del bien mayor para la mayor cantidad, estándares de equidad en retribución por un trabajo realizado y consideraciones de tiempo gastado eficientemente) (Haslam, 2004).

En síntesis, la autoridad puede ser comprendida según criterios de origen (autoridad formal y autoridad real) y de configuración organizacional (autocracia aislada, gerencia coordinada y jerarquías cooperativas). Luego, en aspectos comunicacionales, puede ser comprendida también en el acto de crear una narrativa, dar continuidad a una organización y dialogar con los colaboradores. Finalmente, según criterios individuales desde el punto de vista de la construcción de sentido, la pericia y el modo de relacionarse entre las personas.

CONCLUSIONES

De los resultados presentados, de su análisis y de su discusión, se pueden obtener las siguientes conclusiones, sobre la propuesta de método de integración del liderazgo y la autoridad:1) El liderazgo y la autoridad son constructos equivalentes e integrados en la resolución de diferentes tipos de problemas: mansos, perversos y crisis. La autoridad sería la prescripción para la resolución de crisis y problemas mansos y el liderazgo para la resolución de problemas perversos; 2) El liderazgo y la autoridad harían posible que las organizaciones puedan resolver los problemas y mantener la integridad de su propuesta de valor. Si el contexto tensiona a las organizaciones a transformar lo necesario y al mismo tiempo a conservar lo esencial, la autoridad y el liderazgo serían necesarios para darle estabilidad a la organización y al mismo tiempo promover los cambios que se necesitan para darle sostenibilidad en el tiempo; 3) El método de gestión propuesto permitiría integrar el liderazgo y la autoridad adecuadamente, otorgando a las organizaciones mecanismos de innovación y al mismo tiempo de estabilización que les permitiría enfrentar entornos complejos; y 4) Los ejecutivos de una organización necesitarían analizar las características del problema, luego la forma de organización, las características de las decisiones y de las relaciones. Un ejecutivo versado en este método sabría en qué condiciones usar el liderazgo y la autoridad.

REFERENCIAS

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Received: October 05, 2021; Accepted: December 02, 2021

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