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Revista chilena de neuro-psiquiatría

On-line version ISSN 0717-9227

Rev. chil. neuro-psiquiatr. vol.54 no.3 Santiago Sept. 2016

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-92272016000300006 

ARTÍCULO DE REVISIÓN

 

Aportes sobre el correlato neuroanatómico de la personalidad

Contributions on neuroanatomical correlate of personality

 

Ben-Hur Palma H.1,a y Elizabeth Horta R.2,b

1 Facultad de Medicina, Universidad de Chile.
2 Servicio de Salud Mental Hospital del Trabajador de Santiago.
a Médico cirujano.
b Psicóloga clínica.

 Correspondencia a:


Concept of personality is refers to stable and relevant attributes of a person, that explain consistent behavior patterns. Many researchers have different brain areas involved in controlling personality. Several highlighted the role of the orbitofrontal cortex in the ability to reverse the association between stimulus and reinforcement, others associated it later with the prediction ofsensory events subsequent results. The medial frontal cortex has been involved with functions as the control of actions, monitoring results as punishments and rewards, personal perception of stimuli and social cognition. Others include the lateral prefrontal cortex in complex issues of valuation. Finally, the anterior temporal region is considered to be related with facial recognition and social knowledge. In this paper we review evidence available in today’s literature about the neuroanatomical substrate ofpersonality, and its application to the study of two disorders: psychopathy and borderline personality disorder. Understanding this substrate could mean a contribution for treatment.

Key words: Personality, cerebral cortex, neuroanatomical correlate.


Resumen

La personalidad corresponde a aquellos atributos estables y relevantes de una persona, que explican patrones consistentes de comportamiento. Muchos investigadores han implicado distintas áreas cerebrales en el control de la personalidad. Varios destacaron el papel de la corteza orbitofrontal en la capacidad de revertir la asociación estímulo refuerzo y posteriormente en la predicción de resultados posteriores a eventos sensoriales. Se ha involucrado a la corteza medial frontal en funciones como el control de las acciones, el monitoreo de resultados como castigos y recompensas, la percepción personal de estímulos y la cognición social. Otros incluyen a la corteza prefrontal lateral en aspectos complejos de la valoración. Por último, se considera a la región temporal anterior en el reconocimiento facial y también en el conocimiento social. En la presente revisión se expone parte de la evidencia disponible en la actualidad en la literatura, acerca del sustrato neuroanatómico de la personalidad y su aplicación al estudio de dos patologías: la psicopatía y el trastorno limítrofe. La comprensión de este sustrato puede significar un aporte para el tratamiento.

Palabras clave: Personalidad, corteza cerebral, correlato neuroanatómico.


 

Introducción

Existen diversas definiciones acerca de la personalidad, pero la mayoría coincide en que abarca las características importantes y relativamente estables de una persona, que dan cuenta de patrones consistentes de comportamiento. Los aspectos de la personalidad pueden ser observables o internos, conscientes o inconscientes1. Es de amplio conocimiento que la personalidad es un concepto que debe abordarse desde un punto de vista bio-psico-social, ya que en su formación participan aspectos biológicos, la propia forma de experimentar vivencias y la interacción con otros significativos y con el ambiente. Cuando una de estas dimensiones se altera, esto se manifiesta en la conducta y en la adaptación de la persona.

Desde A. Damasio (1994) y su teoría del marcador somático2, numerosas investigaciones han surgido para explicar el comportamiento, implicando distintas regiones cerebrales en el control de nuestra conducta. El objetivo de nuestro trabajo es entregar una visión general acerca de la representación cerebral de la personalidad y su relación con dos manifestaciones patológicas de esta: la psicopatía y el trastorno limítrofe de la personalidad. De acuerdo a la evidencia, considerar esta relación puede ayudar en su diagnóstico y tratamiento.

Fundamentos neuroanatómicos de la personalidad

Corteza orbitofrontal

Posterior a. Damasio, Weiskrantz (1968), Gray (1975) y Rolls (1990) proponen que la conducta surge de un procesamiento de los estímulos percibidos, interpretados como recompensas o castigos3. Es así como, con la neuropsicología clínica y la neuroimagen funcional, se comienza a considerar a la amígdala ya la corteza orbitofrontal (OFC) como los centros de asociación multi-modal de información de otras regiones cerebrales, cuya acción resulta en la elección de conductas, emociones y una respuesta autonómica2. Rolls establece que los estímulos (por ejemplo un alimento en la boca) se asocian a un refuerzo primario no aprendido (como sabor o textura), convirtiéndose en refuerzo secundario. La corteza orbitofrontal se encarga de representar el valor de la asociación estímulo-refuerzo en términos de su valor como recompensa o castigo, así como de revertir la asociación cuando se modifica el contexto. Rolls explica que los individuos que sufren lesiones orbitofrontales son incapaces de revertir esa asociación (reversal learning) cuando cambian las contingencias, no modificando su conducta4.

La evidencia que señalaba la capacidad de revertir la asociación estímulo refuerzo de la corteza orbitofrontal se basaba en gran medida en los efectos de lesiones desencadenadas por técnicas de aspiración de la corteza orbitofrontal en macacos, no sólo generando la remoción de la corteza, sino también de la sustancia blanca subyacente5,6. Un estudio de Rudebeck et al. (2013) muestra que al generar daño excitotóxico exclusivo a la corteza en monos, no se pierde la capacidad de revertir asociaciones ni de generar respuestas emocionales7. En consecuencia, la incapacidad para revertirlas podría ser causada por la interrupción de tractos de sustancia blanca cercanos, argumentando en contra de la idea que la corteza orbitofrontal, propiamente tal, tiene un rol trascendental en la inhibición conductual, reversal learning y regulación emocional8. Actualmente se considera que la OFC tiene el rol de predecir resultados posteriores a eventos sensoriales (independientemente de la sustancia blanca), ya sean reforzantes o aversivos, y de representar el valor de estos resultados9. La OFC representa la identidad específica de los resultados10, incluyendo características sensoriales y su valor subjetivo y biológico8, a fin de elegir estímulos basados en el valor predicho7. A su vez, esta región es indispensable para actualizar el valor de los resultados según el contexto y usar dicha información para la selección de opciones11. Destaca la división de la corteza orbitofrontal, donde el área lateral se encargaría de señalar posibles resultados luego de elegir un objeto, mientras que el área medial podría comparar las opciones en base a un valor universal, permitiendo escoger la acción más apropiada8.

Corteza fronto medial

Un sin número de investigaciones han involucrado a la corteza fronto-medial (MFC) en funciones como control y monitoreo de las acciones12,13, monitoreo de resultados relacionados con castigos y recompensas14,15, percepción subjetiva de estímulos16,17, y cognición social18. Existe evidencia creciente del rol de la MFC en el autocontrol13, siendo esencial en el control de la acción, de modo que sea consistente con las circunstancias y propias intenciones12,13,19. Dicha actividad se ha asociado principalmente a tres estructuras con gran conexión a áreas motoras: la corteza cingulada dorsal anterior, el área motora suplementaria y el área premotora suplementaria, todas ubicadas en la corteza fronto medial posterior (prMFC)20. Alexander y Brown (2011) proponen que esta corteza permite predecir el resultado de una acción, mediante la codificación de la historia de éxitos y errores21. De este modo, la prMFC se encarga de representar y actualizar el valor de posibles acciones futuras, a modo de poder controlar la conducta22. El aporte de la neuroimagen ha mostrado que el área motora suplementaria (SMA) y premotora suplementaria (pre-SMA), guardan relación con representaciones mentales relevantes de movimientos y la acción autogenerada23. Por tanto, al bloquear el SMA y el pre-SM, se deberían abolir o disminuir las acciones voluntarias, lo que se ha visto en monos que sufren remoción bilateral de dichas estructuras, los cuales llevan a cabo pocos movimientos auto-iniciados, sin afectar movimientos generados externamente (este resultado también se encontró en lesiones del área cingulada motora)24. Existe evidencia de que la corteza paracingulada también está involucrada en el monitoreo del resultado de acciones, siendo relacionada con la reflexión del propio desenvolvimiento25. A modo de síntesis, la MFC permite la realización y el control personal de la acción, basándose en la generación de una imagen motora mental y la intención de generar un acto (SMA y pre-SMA, respectivamente)26,27.

La MFC también participa en el procesamiento de información sensorial, favoreciendo la atribución de relevancia subjetiva a la percepción de estímulos mediante juicios de valor28. En el caso de la percepción del dolor, se ha visto que al reducir la valoración o experiencia subjetiva del dolor por medio de hipnosis, se produce una disminución en la actividad de la corteza cingulada anterior (ACC) dorsal16. Esto sugiere que la ACC dorsal representa las propiedades subjetivas del dolor, a diferencia de regiones caudales de la ACC que representan aspectos más objetivos19. La evidencia actual indica que la prMFC funcionaría como un nodo de relevo de control superior que traspasa información de un estado mental externo a un marco interno, asignando un significado de relevancia personal a la percepción29.

Se entiende como cognición social, al conjunto de procesos, dentro de los cuales encontramos el autoconocimiento, la introspección, y la percepción de otros y sus motivaciones, los que se coordinan para permitir un funcionamiento social adecuado. Dicha entidad se ha asociado a una serie de regiones cerebrales, incluyendo MFC, unión témporo-parietal, surco temporal superior y lóbulo temporal anterior18,29-31. Específicamente, recientes estudios de neuroimagen sugieren que la MFC y la ACC se asocian a procesos como introspección, percepción de otros, empatía y mentalización18,29,30. Se denomina introspección a la reflexión del estado mental propio, siendo capaz de diferenciar el yo de los otros objetos y reconocer los atributos y preferencias propias. A partir del autoconocimiento podemos percibir y formar juicios acerca de otros. En uno de sus estudios, Mitchell et al. (2002) logran mostrar que los juicios sobre personas activan regiones de la corteza frontomedial anterior (arMFC)32, a lo que se agrega, con trabajos posteriores, juzgar comportamientos apropiados33, formar impresiones acerca de otros34 y ver rostros familiares35.

Pero no sólo formamos juicios de otros, sino que entendemos su estado y motivaciones, función que también se asocia a esta región. Esto se conoce como mentalización, que corresponde a la habilidad de representar la perspectiva subjetiva del otro, permitiéndonos predecir su comportamiento para lograr una exitosa integración social. Walter et al. hicieron la distinción entre comprender las intenciones comunicativas dentro de interacciones sociales, que activan la corteza paracingulada, y comprender las intenciones privadas de alguien, que no guarda relación con esa corteza36. En fin, la evidencia muestra que existe una distribución dorso-rostral, donde regiones más anteriores se asocian a representaciones metacognitivas y abstractas, que nos permiten reflexionar sobre la evaluación de resultados y acciones, y estados mentales19,29,30.

Corteza prefrontal lateral

Tradicionalmente se considera a la corteza prefrontal lateral (LPFC) como una región puramente cognitiva, sin asociación con información basada en el valor37. Sin embargo, numerosos estudios avalan la capacidad de la LPFC de representar resultados motivacionales38,39. Por ejemplo, Kobayashi et al. mostraron que la actividad de neuronas de la LPFC era modulada por la presencia de recompensas y resultados aversivos40. Otros estudios demostraron que existe una correlación entre la activación de la LPFC y el valor de distintas posibilidades de elección en ciertas tareas38,39. Desde el punto de vista anatómico, la LPFC está conectada con varias regiones asociadas con la motivación, como aquellas nombradas previamente41. De este modo, la OFC aporta información de asociaciones entre objetos y resultados7, mientras que la ACC entrega, especialmente a la LPFC dorsomedial, datos de la evaluación de acciones basadas en sus consecuencias22.

Para el control de nuestra conducta, es necesaria la presencia de reglas que indiquen que acciones son correctas o incorrectas en cada situación. Así formamos asociaciones entre reglas particulares y sus resultados esperados, en cuya evaluación se considera trascendental a la corteza prefrontal lateral37. En un estudio de RM funcional (fRM) se demostró que la LPFC derecha representaba la asociación entre una regla y un resultado motivacional esperado42. También se ha implicado a esta corteza en la búsqueda de recompensas futuras43. Essex et al. (2012) observa que los individuos en que se inactiva la corteza prefrontal dorsolateral medial, mediante estimulación magnética transcraneal (EMT), prefieren recompensas inmediatas, por tanto, esta región podría representar el valor de recompensas mediatas más beneficiosas44. De hecho, cuando existe conflicto entre recompensas futuras e inmediatas, la actividad de la LPFC se correlaciona negativamente con la activación de áreas subcorticales que responden a recompensas inmediatas43.

La atribución de tareas complejas de evaluación a la LPFC ha llegado más allá, implicándola en la representación e integración de múltiples variables para elegir un curso adecuado de acción45, y comparar el valor de una acción en ejecución con acciones alternativas imaginadas con el fin de promover la flexibilidad conductual46. Knoch et al (2006) llevaron a cabo un estudio de toma de decisiones riesgosas, en que los sujetos elegían entre opciones que variaban en magnitud de recompensa y riesgo, sin embargo, la opción más segura siempre tenía menos recompensa. Los hallazgos mostraron que al inhibir la corteza prefrontal dorsolateral (DLPFC) con EMT, los sujetos siempre elegían opciones riesgosas, a pesar de que se modificara la diferencia de recompensa entre las opciones, sugiriendo que la DLPFC tendría un rol en integrar variables de magnitud de recompensa y riesgo para elegir alternativas menos atractivas pero más favorables45. Otros estudios han mostrado la actividad de esta corteza en el enfrentamiento con distintas variables, como magnitud del esfuerzo cognitivo requerido para cierta tarea47, y grado de incertidumbre48, entre otras. En cambio, se le atribuye a la corteza prefrontal rostrolateral (RLPFC) la comparación de acciones con posibles alternativas imaginadas. Al respecto, Baorman et al (2009) encontró que la actividad de esta región se correlacionaba al valor otorgado a la acción alternativa. En contraste, la activación de la VMPFC sólo se asociaba al valor de la acción ejecutada49.

A diferencia de cortezas como la ACC, ínsula y VMPFC, la LPFC no posee grandes conexiones con áreas subcorticales que regulan el estado fisiológico del cuerpo, de lo que se infiere que podría representar información menos basada en el cuerpo50. Esto conferiría la capacidad de representar el valor de conceptos abstractos y creencias (normas sociales, ideas filosóficas o religiosas, etc.), que promueven una buena convivencia social futura y no ganancias inmediatas. Así, se le adscribe la representación del valor subjetivo de justicia51, reputación52, religiosidad53 y otras ideas.

Lóbulo temporal anterior (ATL)

El ATL ha sido asociado a una serie de funciones, entre ellas la memoria semántica54, la cognición social55 y el reconocimiento facial56. Esta corteza está interconectada con múltiples regiones, incluyendo corteza prefrontal, amígdala, surco temporal superior y los tres giros temporales57,58, recibiendo aportes de la mayoría de las modalidades sensoriales: vías de procesamiento visual, auditivo y somatosensorial59, y regiones asociadas al procesamiento lingüístico y atención social60. Se conoce como cognición social a un tipo de memoria semántica sobre las personas, su lenguaje, relaciones y conductas, que se usa para interpretar el comportamiento social de otros y actuar socialmente. Similares alteraciones sociales aparecen tras lesiones del lóbulo temporal, corteza frontal y amígdala, destacando la estrecha unión de estas cortezas en una red conocida como "cerebro social"61. Amplia es la evidencia que avala el rol de la corteza temporal anterior. Por ejemplo, aquellos pacientes con demencia frontotemporal, sin mayor daño frontal, exhiben frecuentemente problemas conductuales sociales, como falta de empatía, torpeza social y desinhibición62. Klüver y Bucy (1938) reportaron en monos, que lesiones bilaterales del lóbulo temporal producían conductas sociales anormales asociadas a agnosia visual, síndrome que lleva sus nombres, caracterizado por docilidad, hiperfagia, hiperoralidad, hipersexualidad y agnosia visual con hipoemocionalidad63. Por último, investigaciones con fRM y PET han mostrado activación del ATL con tareas con contenido social, incluyendo teoría de la mente64 y juicios morales65.

Ellis et al. (1989) describieron a un paciente sometido a lobectomía del lóbulo temporal anterior derecho, que mostró incapacidad para identificar caras y nombres famosos, con memoria semántica relativamente preservada, interpretándolo como una pérdida de memoria "acerca de las personas"66. Se denomina prosopoagnosia asociativa al déficit en la memoria acerca de quiénes son las personas, presentando problemas al asociar y recuperar información acerca de rostros, sus nombres, su relación con la persona y otros datos biográficos, pero con percepción facial intacta67. A partir de hallazgos de estudios electrofisiológicos y de fRM, se ha involucrado al ATL ventral con la discriminación de la identidad facial y la memoria sobre las personas (tanto codificación como recuperación)68,69. La codificación se basa en la asociación de rostros específicos con información semántica, episódica y emocional67. En contraste, se ha asociado al ATL dorsal y polar con la identidad vocal o auditiva19 y formas más abstractas de procesamiento social, posiblemente codificando conceptos sociales, como la información necesaria para entender comportamientos sociales y mantener lazos a medida que se modifica el contexto67. Numerosos estudios de imágenes han reportado activación del ATL polar y dorsal (o superior) en aspectos del conocimiento social de alto nivel, incluyendo juicios morales70 y teoría de la mente55.

La evidencia sugiere un rol específico del polo temporal en la moral. Harenski et al. (2010) observaron, en sus estudios de RMf, una reducción de la actividad de la corteza temporal anterior y PFC en pacientes con rasgos psicopáticos, con respecto a sujetos sanos, que miraban vídeos con escenas moralmente desagradables71. Una serie de estudios mostró que individuos sanos, que debían juzgar la validez de frases con alto contenido moral, presentaban aumento en la actividad del ATL derecho, OFC izquierda, polo frontal bilateral y surco temporal superior15,72. También se ha asociado a esta región con la supresión de estereotipos, por ejemplo Cikara et al. (2010) encontró, en estudios con fRM, que las actitudes sexistas se correlacionaban negativamente con la activación de los polos temporales, la PFC y el cíngulo posterior73.

Amígdala

Desde hace tiempo, se relaciona a la amígdala con reacciones conductuales frente a situaciones con particular importancia biológica, incluyendo estímulos emocionalmente relevantes. Específicamente, esta estructura se considera responsable de detectar y responder primero a nuevos estímulos ambientales, en particular, aquellos que sean potencialmente peligrosos. A grandes rasgos, se dice que los estímulos amenazantes se transmiten a la amígdala, la cual envía proyecciones a los núcleos basales, donde se integran con la información del contexto social (proveniente de la corteza frontal). Esta información permite iniciar conductas adecuadas al proyectar a la corteza, hipotálamo y tronco74.

La capacidad de reconocer emociones de otros es un aspecto fundamental de la empatía, y es necesaria para un buen desenvolvimiento social. La presencia de daño a la amígdala, ínsula, corteza somatosensorial y corteza prefrontal, frecuentemente causan déficits en el reconocimiento de emociones faciales75-78. En el caso de la amígdala, múltiples estudios de lesiones, algunos bilaterales79, han mostrado dificultad en el reconocimiento del miedo; sin embargo, existen algunas inconsistencias en los hallazgos, especialmente en daños unilaterales80. Aunque la mayoría de las investigaciones asocian a la amígdala con alteraciones del reconocimiento de emociones negativas75, es posible que se deba a la intensidad de los estímulos (mayor en los negativos) y a factores metodológicos, por tanto, algunos consideran que pudiese tener un rol más general en el reconocimiento de todas las emociones81.

Aspectos neuroanatómicos de las alteraciones de personalidad: trastorno limítrofe de la personalidad y psicopatía

Trastorno limítrofe de la personalidad (TLP)

EL TLP se caracteriza por gran inestabilidad, conductas impulsivas autodestructivas, relaciones interpersonales inestables e intensas, e hipersensibilidad interpersonal (tendencia a sentirse menospreciado o insultado y a percibir selectivamente atributos negativos de los demás)82. Mediante el uso de fRM, se han localizado distintas regiones frontolímbicas asociadas a la regulación emocional, entre las que se encuentran amígdala, hipocampo, hipotálamo, corteza prefrontal dorsolateral, OFC, ACC e ínsula83,84. Por lo tanto, se ha planteado que los circuitos frontolímbicos subyacen bajo la regulación voluntaria de las emociones83.

Con respecto a la hipersensibilidad interpersonal, hay evidencia de un sesgo negativo en el reconocimiento de emociones faciales en pacientes con TLP, lo que se ha correlacionado con imágenes que muestran aumento de las respuestas de la amígdala (donde las señales de amenaza parecen ser de alta relevancia) y mayor actividad en la ínsula anterior. Esta red se conecta con el tronco cerebral para iniciar conductas automáticas y con el hipotálamo para regular las hormonas relacionadas con el estrés85.

Varias investigaciones han asociado el daño a la corteza prefrontal con el desarrollo de rasgos impulsivos y labilidad emocional86-88. Al parecer, la expresión involuntaria de emociones se produciría al perturbar el mecanismo mediante el cual, regiones como PFC, ACC e ínsula inhiben al tronco cerebral y amígdala, modulando la vivencia emocional89. Al evaluar el procesamiento emocional en pacientes limítrofes con fRM, se ha identificado una reducción en la actividad regulatoria de la corteza prefrontal y un aumento de la actividad de la amígdala. Estudios han demostrado un descenso en la activación prefrontal en relación con el aumento de la activación de la amígdala durante el procesamiento emocional negativo90. En este contexto, la disfunción de los circuitos frontolímbicos parece contribuir a la desregulación emocional observada en el TLP, con una menor monitorización y regulación frontal, y una mayor reactividad subcortical a estímulos o situaciones de significado emocional negativo.

Entre los tratamientos, se considera fundamental a la psicoterapia, que según la evidencia, afecta distintos circuitos cerebrales. Por ejemplo, se ha visto que la psicoterapia dialéctica es capaz de modular el circuito frontolímbico85. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) parecen aumentar la conectividad frontolímbica y disminuir la actividad límbica en respuesta a estímulos negativos, mientras que los antipsicóticos regularían la influencia prefrontal sobre los ganglios basales85, sin embargo, ninguno ha mostrado un cambio significativo en el tratamiento91. Las investigaciones muestran que la oxitocina promueve el reconocimiento de estímulos sociales, (en particular, emociones faciales), al disminuir la atención a rostros que representan emociones negativas y mitiga el procesamiento de claves sociales amenazantes. Desde el punto de vista neurobiológico, se ha observado que reduce la actividad de la amígdala y activa a la ínsula en dichas actividades. A su vez, la oxitocina favorece la regulación emocional por medio de la modulación de regiones frontolímbicas; ya sea por efecto en estructuras frontales, o promoviendo la conectividad frontal con la amígdala. Desde el punto de vista práctico, existen estudios clínicos que avalan la utilidad de la oxitocina exógena en el TLP, sin embargo, su número es limitado85. A pesar de ello, parece un medicamento promisorio para el tratamiento de este trastorno, especialmente potenciando el efecto de la psicoterapia.

Psicopatía

La psicopatía es un desorden clínico caracterizado por falta de sentido moral, empatía y remordimiento, desapego con respecto a la estructura social, y está directamente relacionado con la transgresión de las normas morales y derechos de los otros92,93. Estas características pueden manifestarse en distinto grado en diferentes individuos y no necesariamente adoptar perfiles criminales. Existen también los llamados "psicópatas exitosos", que logran sacar partido de algunos de estos rasgos de un modo adaptativo. Se sugiere que esta distinción puede estar determinada por diferencias en la arquitectura de la PFC y la amígdala94. Poppa et al. (2015) destacan evidencia encontrada por distintos autores que convergen en plantear una disfunción en los sistemas neurales, en los cuales el córtex prefrontal ventromedial (VMPFC) y la amígdala son los sustratos clave.

Se ha notado que la VMPFC estaría involucrada en la integración de características de objetos sensoriales con su valor afectivo (incluyendo estímulos sociales como expresiones faciales), a fin de establecer su significación motivacional. Los sujetos con daño VMPFC cometen errores al tomar decisiones, especialmente sociales, personales y financieras. Desarrollan dificultades para planificar y realizar actividades dirigidas a metas y sus decisiones usualmente privilegian beneficios a corto plazo, a costa de incurrir en consecuencias negativas a largo plazo, así como por no aprender de los errores. Aún más, sus perturbaciones emocionales incluyen una disminución de la culpa y la empatía, embotamiento afectivo, como también, reacciones inesperadas que son desproporcionadas respecto al estímulo que las produce95. Estas características podrían explicar la alteración del juicio moral.

La evidencia también demuestra cambios, similares a los descritos, asociados a daño en estructuras del lóbulo temporal anterior y, especialmente, a daño bilateral de la amígdala. Por ejemplo, sujetos con lesiones bilaterales de la amígdala presentan déficit para experimentar temor93. Como se señaló, la amígdala estaría involucrada en la detección de estímulos potencialmente peligrosos, fundamentando la indiferencia del psicópata hacia los riesgos. Esta estructura también se asocia al reconocimiento de otras emociones, siendo central en el comportamiento empático.

La investigación acerca de las áreas que participan en la respuesta afectiva empática frente a dolor y enojo en contexto de psicopatía, ha proporcionado datos limitados acerca de las regiones cerebrales que subyacen a la respuesta afectiva frente a las expresiones faciales ajenas. En un trabajo recientemente publicado, Seara-Cardoso et al. (2016) utilizaron la RM funcional para explorar las respuestas neurales de un grupo de sujetos, mientras observaban rostros que expresaban emociones y evaluaban su propia respuesta afectiva frente a estos. Cuando se pidió a los sujetos calificar su estado afectivo tras dicho estímulo, los participantes activaron regiones de la ínsula anterior, cíngulo dorsal anterior, giro frontal inferior y amígdala, las cuales se han visto relacionadas a la empatía ante el enojo y el dolor. Los autores destacan que la variación de la respuesta afectiva de los sujetos frente a cada estímulo modulaba la actividad de la amígdala y la ínsula anterior. El reclutamiento de estas regiones se asoció negativamente con rasgos psicopáticos de personalidad, caracterizados por baja empatía emocional. Sugieren en base a sus resultados, que la amígdala y la ínsula anterior juegan roles importantes en la generación de estados afectivos internos en respuesta a claves emocionales de otros, y que una disminución en la función de estas áreas podría estar asociada al déficit de empatía en sujetos con marcados rasgos psicopáticos96.

Estudios con neuroimagen sugieren que los lóbulos temporales no logran procesar adecuadamente señales sociales y afectivas asociadas a emociones negativas, ejerciendo menor influencia en la VMPFC. También se ha identificado una disminución de la conectividad de la amígdala y el ATL con la VMPC, a través del fascículo uncinado, insinuando que esta alteración explica la falta de empatía y emocionalidad. Del mismo modo, se ha encontrado inadecuada comunicación frontotemporal con el cíngulo, lo que podría asociarse a dificultad para diferenciar entre los propios valores y deseos egocéntricos y los de los demás, favoreciendo una perspectiva narcisista97.

Existe evidencia que muestra que los psicópatas jóvenes responden mejor que los adultos a una terapia intensiva que refuerce conductas prosociales98. Esto, junto con observaciones recientes que han demostrado que es posible entrenarlos para sentir empatía99, podría reflejar que la plasticidad de circuitos neurales permitiría desarrollar conductas socialmente adaptativas.

Conclusión

Se han utilizado numerosos métodos para encontrar el sustrato anatómico de la personalidad, entre ellos, la neuropsicología y la neuropsiquiatría, la neuroimagen y otras tecnologías. A partir de ellos se ha logrado relacionar múltiples estructuras con la personalidad y el control de la conducta.

- Inicialmente se involucró a la corteza orbitofrontal en la capacidad de revertir la asociación estímulo refuerzo, posteriormente se ha asociado con la predicción de resultados posteriores a eventos sensoriales.

- Destaca el papel de la corteza medial frontal en el control de las acciones, el monitoreo de resultados como castigos y recompensas, la percepción personal de estímulos y la cognición social.

- La corteza prefrontal lateral tendría un rol importante en aspectos complejos de la valoración, por ejemplo, la definición de reglas, evaluación de conductas alternativas imaginadas y representar el valor de conceptos abstractos y creencias, entre otros.

- Se considera a la región temporal anterior en el reconocimiento facial y en el conocimiento social.

- La amígdala estaría implicada en el reconocimiento de emociones, destacando aquellas de significado negativo, y participaría en la respuesta conductual frente a estímulos amenazantes con el fin de promover respuestas conductuales.

Los conocimientos que se han adquirido con respecto al rol de estas regiones cerebrales han permitido también explicar aspectos del sustrato anatómico de las alteraciones de la personalidad. En este artículo hemos descrito una visión estructural de dos patologías de este tipo (psicopatía y trastorno de personalidad limítrofe), con la intención de mostrar la aplicación de estos hallazgos al ámbito de la psicopatología. Esto último permitiría mejorar el diagnóstico y expandir las posibilidades de nuevos tratamientos.

- En el TLP destaca la disfunción del circuito frontolímbico, con una menor monitorización frontal y una mayor reactividad de la amígdala.

- La psicopatía está relacionada con una alteración límbica (con una amígdala menos activa), de la VMPFC y del lóbulo temporal anterior, todos conectados a través de una red fronto-temporal.

Cabe señalar que existe aún camino por recorrer para entender la relación entre cerebro y personalidad. Se requiere incorporar nuevas tecnologías y depurar la metodología utilizada en las investigaciones, lo que es complejo dado la dinámica interacción con el ambiente.

 

Referencias bibliográficas

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Recibido: 28/10/2015
Aceptado: 31/08/2016

Los autores no presentan ningún tipo de conflicto de interés.

Correspondencia: Elizabeth Horta
El Trovador 4280, Depto: 706. Las Condes, Santiago.
Teléfono celular: 56 9 56378636 E-mail: ehortar@hts.cl

 

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