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EURE (Santiago)

Print version ISSN 0250-7161

EURE (Santiago) vol.24 n.73 Santiago Dec. 1998

http://dx.doi.org/10.4067/S0250-71611998007300008 

Jordi Borja
Manuel Castells

Local y global. La gestión de
las ciudades en la era de la
información, Taurus, 1998

Javier Ramos
Arquitecto
Magister (c) en Desarrollo
Urbano

Organizado en una secuencia de capítulos enriquecidos con la incorporación de una serie de anexos que ejemplifican experiencias particulares en diferentes regiones del planeta, el presente trabajo arranca describiendo, desde un enfoque crítico-holístico, el nuevo paradigma tecnoeconómico y territorial (capítulos 1 y 2) para, a posteriori, incorporar algunos acuciantes fenómenos contemporáneos, latentes en todas las grandes concentraciones urbanas (capítulos 3 y 4). Finalmente, en un tono más recomendatorio que explicativo, se aborda la compleja problemática de gobernabilidad de las entidades metropolitanas (capítulo 5 al final), reforzando la funcionalidad estratégica de la gestión local en el marco de su escasa o nula presencia internacional. La hipótesis central del trabajo parte de la crisis estructural de los Estados nacionales desbordados por el poder de los flujos informacionales organizados en redes globales; al respecto se señ;ala como alternativa para atender las emergentes e inciertas demandas urbanas, el desarrollo de políticas citadinas locales destinadas a fortalecer la participación ciudadana, su legiítima representatividad y la equidad social, aspectos totalmente ausentes en las anticuadas políticas urbanas que actualmente se aplican, salvo algunas excepciones, en la mayoría de las grandes regiones metropolitanas del mundo.

Ante la revolución tecnológica tendiente hacia una mayor interdependencia asimétrica de los mercados económico-financieros, la informatización de los procesos productivos y la consecuente globalización de la economía mundial, los autores replantean el rol de las ciudades en un mundo que avanza aceleradamente hacia una nueva estructura social-urbana, apoyada en innovados mecanismos informacionales: "Servicios Avanzados". Las nuevas tecnologías de información no son las causas de la formación de una economía global pero, advierten los autores, constituyen la infraestructura indispensable para su existencia. Ello no significa que todas las actividades sean globales, pero sí las más dominantes; el nuevo sistema tecnológico permite y acentúa el proceso histórico de desagregación del trabajo en base a un nuevo modelo flexible y dinámico de relaciones laborales precarizadas.

Más adelante se hace referencia al rol significativo de las grandes regiones metropolitanas –ciudades globales– ante el debilitamiento de los Estados nacionales. Efectivamente, las ciudades se constituyen como el entorno social y político para afirmar las identidades locales y regionales, sus gobiernos están emergiendo como ámbito de adaptación entre poder de los flujos globales y la singularidad de la experiencia local. Es justamente en el ámbito urbano donde interactúan las fuerzas globales y locales, superando su ambigua dicotomía y antagonismo. Las ciudades, a través de su oferta local de mercado laboral especializado y altamente capacitado, acumulación de infraestructura física y virtual y la consolidación de un entorno adecuado y flexible a las nuevas demandas, predeterminan cada vez más el grado de integración y competitividad de las economías nacionales y regionales en la nueva economía-mundo.

En este nuevo contexto caracterizado por la universalización de pautas culturales y de consumo, se altera profundamente la estructura física y social de los grandes centros urbanos, como fuerza locacional y centro de gravedad de las transacciones económicas globalizadas. No toda la ciudad ejerce el liderazgo de la economía mundial, sólo ciertos fragmentos urbanos interconectados a través de la telemática e informática son los protagonistas de la nueva economía dispersa en términos territoriales, pero concentrada en términos de su gestión. Los distritos de negocios de las grandes ciudades son complejos productivos de alto valor, centrados en la producción y procesamiento de la información, en los cuales las empresas y firmas financieras pueden encontrar tanto los proveedores necesarios como el trabajo altamente cualificado que requieren. Más allá de lo estrictamente empresarial y productivo y en complemento a ello, las grandes ciudades, hoy como nunca, ofrecen las mejores oportunidades para el desarrollo de las personas, desde la educación hasta la cultura y diversión, así como la proximidad al poder y los circuitos de prestigio social.

Al revisar la transformación espacial de las áreas metropolitanas en diversas partes del mundo en las dos últimas décadas, los autores advierten ciertas tendencias y contradicciones de una región del planeta a otra en relación a las características locales y particulares de cada territorio. No aceptan la tesis simplista basada en la segregación localizacional de las actividades más innovativas en el centro y la producción masiva y menos cualificada en la periferia sur. Tampoco se conforman con aquella teoría que señala el fortalecimiento de las ciudades globales como concentradoras de las actividades económicas mundializadas. A contracorriente de la visión ampliamente aceptada elaborada por Saskia Sassen al analizar los flujos financieros mundiales, reafirman la coexistencia de fenómenos territoriales opuestos –concentración/periferización/dispersión– en constante cambio de jerarquía y niveles. Estos procesos se caracterizan por su discontinuidad físico-espacial fortalecida por las vinculaciones interactivas posibles gracias a la existencia de una complicada red informacional de nodos urbanos mundiales. En este sentido, y a diferencia de aquellos que identifican estrictamente el establecimiento de una jerarquía internacional de ciudades globales (Sassen, 1989-1994, Durán, 1994, Friedmann, 1997), los planificadores españoles defienden la existencia de una red global informacional organizada en base a centros direccionales capaces de coordinar, gestionar e innovar las actividades de las empresas estructuradas en redes de intercambio interurbano: "Redes globales de nodos urbanos". El nuevo patrón espacial de localización de los servicios avanzados se caracteriza por la simultaneidad de su dispersión y concentración en una red de flujos territoriales expresada en nudos urbanos. Más que una estricta competencia entre ciudades de diversas jerarquías, ellos afirman la existencia de ciertos niveles de cooperación e integración entre conglomerados urbanos transfronterizos articulados en la gran red mundial, orientados a garantizar el funcionamiento de la economía global de manera más eficiente e incluyente socialmente.

Pero aquello que identifica a todos estos procesos urbanos es la consolidación de grandes megaciudades que condicionan la economía planetaria configurándose como la nueva geografía localizacional de las firmas que operan globalmente. Sin embargo, simultáneamente a su fortaleza económica, las grandes regiones metropolitanas están enfrentando un modelo territorial, tanto a escala planetaria como intrametropolitano, altamente excluyente y dualizado socialmente, indiferente a su localización central o periférica. Esto quizás sea lo que más sensibiliza a los autores, en la medida en que la ciudad como sitio integrador de la diversidad social se está transformando en un espacio segregado, organizado en compartimentos especializados estancos y automarginados, con el consecuente crecimiento de conflictos e inseguridad social. "El espacio de los flujos está integrado globalmente a través de circuitos electrónicos, mientras que el espacio de los lugares, forma territorial de la cotidianeidad y experiencia de la mayoría de la gente, está localmente fragmentado". Justamente Borja y Castells encuentran aquí sus fundamentos esenciales para el resurgimiento y fortalecimiento de la gestión local, articulada y coordinada globalmente, como alternativa válida para aminorar la incertidumbre generada por las fuerzas globales, internalizando todo aquello que favorezca un crecimiento económico y social equitativo y considerando el desarrollo de competitividad urbana como factor clave para el posicionamiento de la ciudad en el contexto internacional.

El libro se enriquece con la posterior incorporación de otros fenómenos contemporáneos y universales que afectan en distintos niveles el funcionamiento integral de las regiones metropolitanas y surgen como consecuencia inmediata de la exclusión de aquellos sectores sociales más débiles y minoritarios: la mujer, los niños, el mercado informal, las minorías étnicas, raciales, religiosas, etc. Aquí los autores se muestran preocupados por la marginación que sufre la mujer en las grandes ciudades a pesar de su destacado papel en las movilizaciones sociales urbanas. Si bien la situación del sexo femenino ha mejorado relativamente en los últimos años al acrecentar su participación en diferentes ámbitos que le eran ajenos, ello ha sucedido inmerso en una condición laboral signada por la flexibilización y precarización. Tradicionalmente las ciudades han sido diseñadas para los hombres, sin contemplar las diferentes formas de uso en concomitancia con la diferencias de género de sus habitantes. Diversos estudios han demostrado que las mujeres interactúan de manera distinta con su entorno urbano, sin embargo las políticas no han atendido sus emergentes necesidades ante su creciente participación en el mercado laboral.

Merece también una mención especial el capítulo referido a la urgencia, desde la gestión local, de asegurar una ciudad con participación pluralista y multicultural, basada en el respeto y convivencia de las diferencias étnicas, religiosas, sociales y generacionales. Justamente en concordancia con el impulso arrollador de la fuerza cultural global que se expande reprimiendo el desarrollo de las identidades preexistentes, se está configurando en casi todo el mundo un fuerte consenso social contrapuesto, apoyado en la defensa de la singularidad local, como mecanismo orientado a fortalecer el desarrollo cultural de las grandes ciudades del mundo. Ello no significa propender la construcción de una cultura cerrada y autoexcluida, promoviendo la extinción de la cultura global, sino todo lo contrario; las últimas tendencias demuestran que ésta se ve enriquecida a través de su fusión y mixtura con las particularidades locales de cada territorio.

A posteriori y en base a la ricas experiencia en consultoría internacional, los autores abandonan su discurso crítico descriptivo. Desde el capítulo cinco hasta el final se sugieren aportes significativos tendientes a fortalecer el gobierno ciudadano y su compleja gestión. El desarrollo de políticas urbanas de consenso social está orientado a la superación de la latente incertidumbre propia del periodo actual. En este sentido se propone la consolidación de los grandes centros metropolitanos como actores políticos, compromiso asumido a través del ejercicio de cierta autonomía local favorecida por políticas tendientes hacia una mayor descentralización de la gestión y una necesaria coordinación entre el complejo global, los gobiernos nacionales y la gestión local.

Los autores se ven sorprendidos con el creciente protagonismo de la ciudadanía urbana en los últimos años, los principales actores económicos y sociales han reaccionado en defensa de sus intereses colectivos ante la expansión fulminante de la dinámica global. Es que las transformaciones económicas, políticas, urbanas y ambientales son tan pronunciadas que indefectiblemente ello ha repercutido en una mayor concientización ciudadana acerca de los surgentes dilemas propios de nuestra era. Simultáneamente el nuevo paradigma aún en gestación genera nuevas expectativas y desafíos a los gobiernos metropolitanos; la competitividad internacional de la ciudad, factor clave para su posicionamiento en la nueva economía-mundo, depende como nunca de la iniciativa local entendida como la capacidad de gobernabilidad en consenso y orientada a generar un espacio simbiótico (poder político-sociedad civil) y simbólico (integrado culturalmente con cierta identidad colectiva de sus habitantes). Desde esta óptica, Borja y Castells defienden el desarrollo de una planificación participativa, en donde el complicado enlace entre las demandas globales y las carencias particulares locales está orientado a generar nuevos mecanismos de representatividad aplicados a la gestión urbana en la nueva era informacional global.

Por último, el aporte se nutre con la reformulación de instrumentos de planificación. Para ello los autores reviven el papel de los grandes planes reguladores de periodos anteriores, tan criticados durante la década del 80, sólo que ahora, al incorporar la variable global-local, éstos se tornan más flexibles y abiertos, adaptándose a los cambiantes tiempos actuales. Defienden la complejidad de los proyectos puntuales al estar insertos en un entorno urbano contradictorio. Mecanismos como la Planificación Estratégica y Plan Director, que contribuyen a la búsqueda de prioridades de proyectos urbanos metropolitanos y puntuales en cumplimiento de una imagen-objetivo participativa, constituyen el arma fundamental para construir una sólida base local. El ejercicio de nuevas técnicas urbanísticas como el City Marketing, la conformación institucionalizada de asociaciones transnacionales de ciudades o su representatividad en organismos internacionales, participan en la integración global de las grandes regiones metropolitanas, orientada a la racionalización de esfuerzos en el marco de cierta cooperación instaurada desde organismos multinacionales.

Releyendo las consideraciones urbanas que los autores sugieren en su intento de fortalecer la gobernabilidad citadina en el incierto panorama global, y desde mi punto de vista, se advierte cierta contradicción entre la tesis que fundamenta el texto y las mencionadas recomendaciones generales propuestas. En efecto, si bien el trabajo expone el abordaje de la gestión local-global de las grandes áreas metropolitanas de manera elocuente, contemplando complejas y múltiples variables, la generalización de sus conceptos y su tono altamente recomendatorio diluye el carácter particular y singular que se pretendía desarrollar en el libro. Sus construcciones teóricas abarcan realidades tan dispares como las prósperas ciudades de los países centrales (Europa, EE.UU. y Japón) y la difícil coyuntura económica, social y política por la que atraviesan las ciudades del sur (Sudeste Asiático y Latinoamérica); por la amplitud y extensión de su contenido, el enfoque localista planteado en la hipótesis inicial se simplificó sólo a algunas recomendaciones genéricas y superficiales, en tanto las estrategias elaboradas atañ;en a realidades contradictorias y enfrentadas, con escasa discriminación de sus marcadas diferencias.

Si bien se considera la magra situación de las ciudades de la periferia sur, tanto en sus aspectos económicos, sociales como en lo concerniente a su falta de experiencia en políticas urbanas participativas y democráticas, estos relevantes factores son subestimados a la hora de elaborar lineamientos generales relativos a la planificación urbana local. Efectivamente, con una visión internacionalizada, los autores, en mi opinión, ingenuamente auguran un futuro optimista para la gestión local en las grandes regiones metropolitanas del cono sur, desestimando factores como el grado de fertilidad inicial de los territorios (acumulación de conocimientos, capital humano, tecnología e infraestuctura) que otros autores consideran determinantes de la prosperidad urbana de las ciudades (Durán, Caravaca, De Mattos) y que deberían considerarse a la hora de diseñar políticas urbanas públicas.

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